Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 23

noviembre-diciembre 2024 | CUENCA, ECUADOR

No miren arriba: Una crítica a la humanidad

En diciembre de 2021 Netflix estrenó la película nominada a los Premios Óscar, «Don’t look up» o «No miren arriba» de Adam McKay. Esta comedia estadounidense lleva la catástrofe a las pantallas de la audiencia mundial. Para contextualizar, el filme desarrolla la historia de un grupo de científicos que descubre un cometa con características apocalípticas y en curso de colisión contra nuestro único hogar en el universo: la Tierra. En la película, los científicos no son capaces de convencer a la humanidad y a sus líderes sobre el armagedón a la vuelta de la esquina, lo que lleva a un trágico desenlace en el que la vida en nuestro planeta desaparece, gracias a un muy evitable estornudo cósmico. Aunque esta distopía busca mostrar el peor escenario posible, puede esconder muchas verdades; «No miren arriba» es más que una simple ficción, es una sátira sobre la civilización de nuestros días.

Fotograma de la película «Don’t look up». / Cortesía del sitio oficial de Netflix.

La Internet y la tecnología demuestran que la conexión entre individuos puede alejarnos del instinto de supervivencia. El afán por democratizar la información y la grave tradición amarillista de los medios y las redes sociales, combinados con los intereses y las agendas políticas egoístas de líderes mundiales y organismos internacionales, romantizan el fin del mundo hasta el punto de quitarle credibilidad a los hechos científicos. El filme muestra una cultura digital en la que la ciencia es una mera #tendencia, con el peligro de ser reemplazada por el drama de las celebridades o las campañas electorales. No debemos engañarnos pensando que esto es algo que solo sucede en la ficción, recordemos el escándalo de Cambridge Analytica que, como se supo en 2018, proveyó de datos de usuarios, recolectados ilegalmente, a campañas de desinformación que resultaron en la victoria de Donald Trump, allá en las elecciones de 2016. Así, como este, hay muchos casos en los que se manipula a los usuarios para favorecer causas peligrosas.

«Don’t look up» evidencia cómo siglos de cooperación por un mejor mañana son, en realidad, tinta sobre papel calcinado por la avaricia de multinacionales con planes de supervivencia en caso de cataclismo. Por la avaricia de multimillonarios y líderes mundiales, a quienes no les importa el desenlace del resto de la humanidad —me refiero a la embarazosa escena de escape de la élite luego de una fallida misión de minería galáctica en el cometa de la muerte—. La película va más allá de la exageración sobre las acciones humanas en momentos de crisis, pues explica cómo el inmensurable flujo de información es capaz de desviar nuestra atención de lo que importa.

La cultura digital desensibiliza nuestro instinto humano de supervivencia, ya que el poder político y económico favorecen a quienes toman decisiones en nombre de la colectividad. No hago referencia a las bondades de la interconexión y la globalización, sino, más bien, a la falta de empoderamiento de las masas en la toma de decisiones y consumo de información. A pesar de tener una responsabilidad adquirida para proteger el planeta y utilizar milenios de descubrimientos científicos para prevenir un apocalipsis agendado, los cuentos de hadas digitales demuestran que somos adictos a consumir el contenido en boga, de último minuto… lo que hace irrelevantes a sucesos trascendentales para la raza humana. Por ejemplo, los titulares y las redes sociales olvidaron la pandemia cuando inició la invasión a Ucrania. Esta, a pesar de ser extremadamente relevante, no debería oscurecer las alertas de la Organización Mundial de la Salud sobre el desarrollo de la crisis sanitaria, la falta de vacunas en África y el acelerado abandono del uso de la mascarilla a nivel mundial; estos son factores tan mortíferos como las alarmas de un ataque aéreo en Kiev. Actualmente, la guerra en Ucrania ha popularizado la venta de banderas ucranias fabricadas en China. Se las usa como muestra de apoyo y solidaridad, mientras los líderes mundiales envían titánicos cargamentos de armas y ven a millones de ucranianos morir, pelear o huir. En tanto, su única respuesta sustancial son las sanciones mediáticas y económicas a Rusia.

Aunque, en teoría, ningún cuerpo celeste conocido impactará el planeta en un futuro cercano, quizá los hechos relatados en esta película ya están sucediendo. Recordemos los efectos devastadores de la presidencia de Trump para los derechos humanos, la cooperación mundial y las campañas mediáticas de desinformación sobre el cambio climático, la democracia y la COVID-19. En «No miren arriba» la posible destrucción de la Tierra se considera un efecto colateral del fracasado intento por minar un cometa a punto de colisionar. De la misma manera, ¿no se consideran daños colaterales a los ocasionados por decisiones favorables para el «progreso» de la humanidad y la permanencia del sistema mundial de crecimiento, o del statu quo de seguridad?, ¿cuán útil es escapar de un planeta destruido, no por un cometa, sino por la avaricia humana?, ¿no es este el caso de líderes observando lo que puede ser el inicio de una evitable tercera guerra mundial o el desenlace del cambio climático?

Quizá la purificación por fuego, como expone el filme, cuando el consumismo desmedido y la inconsciencia humana se derritan en magma ardiente, sea mucho más que una metáfora, sino, más bien, una advertencia sobre la posibilidad de extinción debido a una guerra nuclear, la crisis climática o la COVID-19. Como el cometa, estas crisis podrían ser evitables y mitigables, empero, el interés por el poder prueba ser igual de fuerte que en el largometraje. Nuestras oportunidades para mirar arriba o, mejor dicho, para accionar se están agotando. Somos responsables, sin objeción, de lo que pueda pasar con nuestro planeta. En nuestras manos está la vida de cada ser vivo, desde la bacteria más pequeña hasta la ballena azul más grande. La belleza de cada espacio en la Tierra depende de si miramos lo que en realidad importa o si preferimos hacer primordial la vida amorosa de las celebridades, los escándalos faranduleros de la televisión o los argumentos populistas de ciertos líderes. La Tierra nos engendra con la habilidad de pensar, sentir, escribir… y nos recoge al morir. Qué irónico sería tener que, literalmente, recoger los pedazos de nuestro planeta.

Sebastián Valdivieso (Cuenca). Actualmente cursa la carrera de Estudios Internacionales en la Universidad del Azuay y forma parte del Consejo Consultivo LGBTIQ+ 2022-2024. Ha participado en varios proyectos sociales como la creación de una microempresa en la comunidad de Malqui, La Maná con Amigos de las Américas y la organización de la Conferencia Internacional de Paz YOCOPAS en Israel. Destaca su interés por la investigación con su primera publicación en el Congreso Internacional Estudiantil Ética, Universidad y Sociedad; así como por la literatura con la inclusión de su trabajo en el poemario Mirror of the World de la Escuela de Estudios Internacionales.

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