Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 24

febrero 2025 | CUENCA, ECUADOR

Eduarda Abad: «Que saquen los adoquines porque debajo está la playa»

Por: Issa Aguilar Jara

 

Eduarda tiene un solo nombre porque no le hace falta otro. Esos nombres que, en el pasado fueron pensados únicamente como masculinos son, desde hace tiempo, una de las tantas rupturas sociales que se gestan en el mundo. Eduarda Abad Mendieta cree que su nombre es fuerte, que mucho tiene que ver con su personalidad y, además, luce un lunar en la esquina superior izquierda de sus labios: a lo Monroe, como predestinada a desovillar el hilo de esa misma personalidad fuerte… de esa ruptura.

Eduarda Abad Mendieta usa el dibujo y la ilustración como herramientas para comunicar y comunicarse con el mundo. / Jaime Villavicencio.

 

En su casa la llaman Dada o Dudu, pero la que aprendió a devorar libros y a dibujar incansablemente desde niña es Eduarda. Ahora, a sus 21 años, cree en la arquitectura insurgente y según reza la descripción de su perfil de Instagram: maldice «a aquel que diga que, lo que yo hago es arte».

¿Por qué estudias arquitectura?

Para encajar en la realidad, creo. Si de mí dependiera, seguramente no lo haría. Mi abuelo y mi papá son arquitectos y mi mamá fue profesora de arquitectura. De niña, cuando visitaba a mi mamá en su trabajo y veía sus proyectos, me parecía genial, era de esas cosas que me emocionaban. Por otro lado, el dibujo siempre estuvo allí; aunque me encantaba leer, tenía más afinidad con los cuadernos que contenían dibujos. Pasaba horas en la librería de mis abuelos y cuando me aburría, mi abuelo me llevaba a su oficina para mostrarme cómo dibujaba, con acuarelas, las casas que construía, también me dejaba dibujar y me regalaba pinturas. Estas cosas hicieron que sintiera tan familiar a la arquitectura y la perciba como un lugar seguro.

¿Colocarías a tus dibujos e ilustraciones dentro de algún movimiento o corriente artística?

No me gustan las etiquetas, ni siquiera me gusta llamar arte a lo que hago. Es más bien una herramienta que ocupo porque siempre me ha costado usar las palabras, porque soy muy tímida y me cuesta mucho tratar con la gente. Sucede que dibujar es como decir: esto es lo que pienso y no tengo que dar más explicaciones. Fue y es mi herramienta para comunicarme. Recuerdo que, de pequeña, cuando peleaba con mis papás o con mi hermano, les dibujaba feo, les dejaba cartas o pegaba dibujos en la puerta de mi cuarto, sobre el papel escribía que no se podía entrar, porque yo era de otra familia y me dibujaba diferente a ellos. Ahora que salgo a la calle he ido comprendiendo otras cosas que me gustan representar o visibilizar. Pienso en el origen del arte, por ejemplo, donde no era considerado como arte propiamente dicho, sino como una estrategia de supervivencia, de aprendizaje… y creo que para mí es lo mismo.

Como ya estamos donde las papas queman te pregunto: ¿crees que el arte debe ser políticamente correcto?

No. Pienso que pierde todo su sentido cuando lo es. Por un lado, sí creo que existe un arte político que trata de concientizar sobre determinado tema, pues al final del día es mejor hacer algo que no hacer nada. Te cuento que, cuando comencé a ser vegana sentí mucho hate de esta comunidad, se sentían mejores personas que el resto y su superioridad moral me molestaba. Sin embargo, continúo con mi práctica del veganismo. Lo que quiero decir es que existen artistas súper densos, pero no podría dejar de consumir su trabajo por esa razón.

¿Confías en el artivismo?

Me genera mucha desconfianza, la verdad. Últimamente he visto acciones que empiezan de una forma creativa, usando el arte como estrategia de protesta… y aunque no creo que consigan mucho estoy a favor porque, al menos, provocan incomodidad y eso es importante, muestran a esas élites que están más preocupadas por el arte: es como darles una bofetada y revelar, con pequeñas acciones, la verdadera cara de las personas. Decía que desconfío porque, para mí, el arte está en las calles, en las movilizaciones, en los plantones. A veces, el artivismo puede ser una forma de aburguesar a los movimientos sociales; ahora mismo, pienso en los paraguas morados que colocaron desde el municipio en el puente Vivas nos queremos. Lo veo como una forma de convertir la lucha feminista en un festival. Pero claro, también creo que existe un artivismo que está mejor llevado que otro.

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Dada llega a la entrevista con un libro gordo que contiene una parte de la obra de Ernesto Sábato. ¿Qué podría surgir de la abuela Rosario, propietaria de una biblioteca, y del abuelo Tiberio que le permitía imaginar otros mundos posibles sobre el papel? Probablemente, una nieta que empezó a llenar cuadernos, recortes de periódicos, libretas y todo espacio vacío que se pareciera al papel, con ilustraciones y dibujos realizados con todas las técnicas posibles. Casi todos, acompañados de fragmentos de poemas, frases sueltas o pensamientos que aparecen como complementos de eso que ella llama su herramienta, pero que, ante los ojos de cualquier mortal, se le parece tanto al arte.

¿Qué provocan la pintura y la ilustración en tu vida?

Creo que han sido el hilo conductor de mi vida, la parte gráfica es súper importante y necesaria para mí. Hace poco, comencé a usar la técnica del collage para tratar de mostrar esas verdades que están allí, aquellas que siento que me han pegado muy fuerte.

Dada y la interacción con la obra Ver (2022) de Francisco Brugnoli. NOmade Bienal C4+1. / Jaime Villavicencio.

Tienes un match potente con la literatura. ¿Cómo y por qué la has combinado con la pintura?

Cuando cursaba el cuarto de básica leí «El Perfume» de Patrick Süskind. No entendía bien lo que leía, me tardaba mucho en asimilar un párrafo, entonces la gráfica me ayudaba a comprender la lectura. Conservo todos mis cuadernos de bocetos y allí reposan los garabatos que me han ayudado a interpretar algunos libros. A veces, ni siquiera recuerdo los nombres de los personajes, pero esta manía de traducirlo todo a imágenes es una guía propia. Y no es que me apodero de un discurso al dibujarlo, sino simplemente lo decoro para que sea digerible para mí.

¿Has sentido algún tipo de conducta adultocentrista contra tu talento y tu trabajo?

Sí, pero muy poco. Gran parte de mis amigos han sido mayores y me han hecho sentir incluida. También en mi familia se han portado lindo conmigo, mis papás creen que la edad es un número y dicen que, a veces, actúo como una persona mucho mayor. Conforme he ido creciendo, igual he sido feliz relacionándome con las personas de mi edad, sobre todo, con quienes tenemos temas en común o podemos ir a las fiestas y bailar reguetón (es de las cosas que más me gustan). Pero, siento también que no encajo del todo: a veces salgo, otras prefiero quedarme en casa y otras, soy una andariega que da vueltas por el parque Calderón y las librerías.

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En mayo de 1968 se originó en Francia un grito de protesta estudiantil: «Sous les pavés, la plage!», que traducido al castellano significa: «¡Bajo los adoquines, hay una playa!». Eduarda lo repite como respuesta a una de las preguntas que las nuevas generaciones más se plantean. Esas juventudes a las que muchos llaman «generación de cristal» porque se han empecinado en no permitir que sus derechos sean pisoteados.

Algunos arquitectos dicen que la arquitectura sigue considerada como algo lejano a las manifestaciones artísticas y culturales, que se la cataloga como una ciencia dura. ¿Crees que esto es una realidad?

Sí, totalmente. La concepción de la arquitectura cuencana, especialmente, está apegada a la ingeniería, a las estructuras, alejada de las artes, desvinculada de lo social. El hecho de tratarla como algo técnico y objetivo, hace que los arquitectos se sientan dioses y crean que tienen la última palabra sobre las cosas, pero no es así. Más bien, se trata de dar un servicio con base en lo que la gente demanda.

Eduarda conserva varios de los trabajos que ha realizado en distintas etapas de su vida. / Jaime Villavicencio.

¿Cuál es tu opinión sobre el discurso que exige cuidar el patrimonio, no grafitear las paredes, no destruir los adoquines y, por ende, buscar las formas «adecuadas» de protesta?

Yo siempre diré que saquen los adoquines porque debajo está la playa. Creo que acá, el patrimonio es un negocio y el Centro Histórico es tratado como un espacio comercial que contribuye a ciertas dinámicas de gentrificación, de blanqueamiento de los espacios. Cuando nos hablan de identidad y de cultura promueven un discurso falsísimo, pues al despojar a los seres humanos de los espacios que les corresponden, ¿qué nos queda?

Leí por ahí que te autodenominas una arquitecta insurgente. ¿Cómo serlo en una ciudad como Cuenca?

Ay, es complicado. Lo bueno de Cuenca es que todavía es una ciudad que está creciendo y por eso, hay como agujerearla y no está todo perdido. Yo salgo a la calle y estoy dando mis pasitos que quizá marquen un poquito a la ciudad. Pienso que mi aporte es trazar mis propios recorridos, practicar algunos tipos de producción: caminar por las calles, darme cuenta de lo que realmente pasa, comprar un cigarrillo, plasmar todo esto de algún modo… esa es, quizá, mi arquitectura insurgente.

¿Cuál es el lugar del arte en el mundo? ¿El arte, para qué?

El arte para nada. El lugar del arte en el mundo, para mí, es ser el espacio de resistencia para los seres humanos, uno en el que podamos expresarnos y comunicarnos, una herramienta para gritar, pero tampoco esperar que haga demasiado. Como te decía, yo no creo que el arte vaya a cambiar el mundo.

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Es crítica con el arte, con la arquitectura y con una parte sustancial de los mandatos sociales. Con todas estas características, bien podría llamarse artista si quisiera, pero Eduarda Abad Mendieta reniega de aquello. Ustedes, lectores, pueden formarse una opinión propia sobre un trabajo impecable que no los dejará indiferentes, visitando, si gustan, el perfil de Instagram: @craneo.de.goya.

Issa Aguilar Jara (Cuenca, Ecuador, 1988). Periodista y escritora. Ha escrito los libros de poemas Con M de Mote se escribe Mojigata (La Caída, 2018) y Poliamor Town (Ganador de la convocatoria de publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, 2020). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía César Dávila Andrade, 2022. Su trabajo periodístico aparece en varios proyectos y medios de comunicación ecuatorianos. Su trabajo literario ha sido publicado en antologías nacionales e internacionales, además de compartido en varios encuentros y festivales. Es aspirante a magíster de investigación en Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar.

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