El arte libre en la mira de la ciudadanía religiosa
Por: Pepita Machado Arévalo
Pite si ama a Jesús y María.
San Miguel, defiéndenos en la batalla.
Satanás no tiene derechos.
Ecuador es tierra del Sagrado Corazón de Jesús.
Soy católico, paren de atacar.
Paren de ofender a Dios.
De Dios nadie se burla.
¡Basta de blasfemias!
¡Acto de reparación a los sagrados corazones de Jesús y María!
CARTELES DE LOS GRUPOS DE OPOSICIÓN A LOS DERECHOS HUMANOS
El artista Eduardo Moscoso durante la inauguración de la exposición The Arutam Temple. / Jaime Villavicencio.
Cuenca fue, otra vez, escenario de pugnas entre sectores conservadores y progresistas a través de la toma simbólica de los espacios públicos. No por casualidad es la ciudad más violenta contra las mujeres y una de las ciudades más religiosas del país, pero, también, cuna de organizaciones progresistas y defensoras de derechos. En 1997 varios artistas se tomaron el parque Abdón Calderón para exigir la despenalización de la homosexualidad en Ecuador. En 2021 las jóvenes feministas utilizaron el puente Vivas nos queremos, para denunciar los feminicidios, y este fue en poco tiempo, vandalizado por agrupaciones fascistas. En febrero de 2023 la organización Cuenca escoge la vida, se tomó el mismo puente para colocar fotografías de fetos abortados, exigiendo a las y los candidatos a las elecciones seccionales, comprometerse con «la vida», la familia, la propiedad y la tradición, emulando así las estrategias feministas de lucha.
Ese mismo febrero de 2023, una nueva apropiación del espacio público removió a la ciudad: la protesta por la exposición The Arutam Temple de Eduardo Moscoso, presentada en el Salón del Pueblo Efraín Jara Idrovo, de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay. La Sociedad Ecuatoriana Tradición y Acción pro Cultura Occidental —con sede en Guayaquil y adherentes en varias ciudades del país— calificó a la muestra de «sacrílega, blasfema y satánica, [que] ofende gravemente a Nuestro Señor en la ciudad de los Cuatro Ríos». A criterio de dicha organización, su ubicación junto a la Catedral de la Inmaculada Concepción fue inmoral y provocadora. Rezaron en la vía pública durante cinco días exigiendo el retiro de la obra. Este incidente puso en evidencia la pugna ideológica y política-histórica en la ciudad, con nuevos matices: la presencia activa y militante de los grupos de oposición a los derechos en ejercicio de una ciudadanía religiosa.
Escultura de Jesucristo rompiendo su propia cruz. Por: Eduardo Moscoso. / Cortesía.
La obra del reconocido artista Eduardo Moscoso, quien fundó en 1996 el Prohibido Centro Cultural, referente del arte extremo, fue defendida por la CCE Azuay. El titular del comunicado expresó su preocupación y rechazo ante el intento de «censura o restricción», dado que la Constitución garantiza la libertad artística y los derechos culturales. Las imágenes más polemizadas fueron la de Jesús rompiendo la cruz o colgado de ella, así como una mujer embarazada, desnuda, que fue interpretada por un sector de la población como la Virgen María. Para Moscoso, esta figura es Mama Nunkui, leyenda shuar amazónica que representa la fertilidad, la agricultura y la transmisión de un valioso conocimiento al pueblo. La obra denuncia el avance de la agricultura extensiva, la actividad petrolera y minera. Mama Nunkui, como la Pachamama, está enfermando. Sus criaturas nacen con mascarillas para enfrentar tiempos de contaminación y peste. En cambio, los manifestantes la describieron como «la Santísima Virgen coronada de cuchillos, con el pecho desnudo y un niño en su vientre (abortándolo, presuntamente), además de un corazón sangrante sobre su cabeza».
«Usted no le quiere al Niñito (Dios), los cuencanos le queremos mucho al Niñito. El diablo es usted, hasta la misma cara del diablo tiene: cachos, todo, igualito al diablo. Vamos a hacer la huelga para mandarle sacando», le dijo enojada una visitante al artista Eduardo Moscoso. Afuera, en las calles, los seguidores de Tradición y Acción pro Cultura Occidental, con rosarios en las manos interpretaban a su antojo las esculturas y pinturas exhibidas: «estos actos públicos y esta nueva exposición de arte sacrílego tienen como fin último agraviar y ultrajar lo más sagrado que tenemos los católicos ecuatorianos, pisoteando nuestra fe, mancillando las imágenes de Jesús y María», expresaron en un comunicado.
Esta movilización obedece a estrategias transnacionales de grupos antiderechos que se toman espacios públicos en todo el mundo. Inicialmente, su objetivo es frenar el avance de la despenalización del aborto y el reconocimiento de las personas LGBTIQ+, así como la autonomía de las mujeres y los jóvenes sobre nuestros cuerpos. En los últimos años han incluido la retórica hispanista, a la par que agendas políticas reaccionarias y de extrema derecha, vinculadas con la legalización del libre porte de armas, la criminalización de niños y adolescentes como adultos y la pena de muerte. En lo económico, apoyan a gobiernos neoliberales y agendas privatizadoras y de desmantelamiento de lo público. Niegan el paradigma científico, defienden teorías de la conspiración y antivacunas. Están alineados con organizaciones fascistas, racistas y supremacistas como Vox en España y apoyan a gobiernos de extrema derecha: Donald Trump, Jair Bolsonaro y Nayib Bukele son sus referentes. Su objetivo actual es formar organizaciones políticas autónomas para tomarse las instituciones del país.
El arte y la cultura como espacios claves de la libertad de expresión también son blanco de ataque de estos sectores, que avanzan en alianzas interreligiosas hacia contrarrestar el ejercicio de derechos de libertad y pretenden «formar en valores» a una juventud «descarriada». El intento de censura de la muestra artística evidencia la relevancia simbólica del arte libre. El campo de batalla son las redes sociales y el patrimonio edificado: iglesias, galerías y museos.
Sus prácticas identitarias promueven el secularismo estratégico (eliminar en acciones y discursos las referencias religiosas para pasar desapercibidos) y, al mismo tiempo, la ciudadanía religiosa (identificar las formas en que se politizan las creencias religiosas como estrategia del activismo católico conservador), en palabras de Vaggione (2018). Es usual que difundan fake news, teorías conspirativas, estudios pseudocientíficos, calificativos y horizontes catastróficos para infundir «pánico moral» en la sociedad, a partir del ataque a lo que llaman «ideología de género» y «marxismo cultural».
Desde las organizaciones defensoras del arte libre y los derechos humanos es imprescindible fortalecer la capacidad de respuesta social e institucional contra la arremetida conservadora, un backlash que crece ante los avances legales y de conciencia sobre las libertades fundamentales, incluida la artística.
Pepita Machado Arévalo. Es abogada y feminista; magíster en Derecho con mención en Derecho Constitucional, y en Estudios Literarios y Culturales, doctoranda en Ciencias Sociales. Ha sido docente universitaria, concejala, Jefa del Departamento de Equidad Social y de Género, y Secretaria Ejecutiva del Consejo Cantonal de Protección de Derechos de Cuenca. Fue Directora del Sistema Nacional de Erradicación de Violencia del Ecuador. Es consultora independiente, artista visual, columnista e investigadora en temas de género, derechos humanos y violencia contra las mujeres. Integra la Coalición Nacional de Mujeres del Ecuador y el Cabildo por las Mujeres de Cuenca.