Carritos para armar: espigueo de versos para el rotulismo popular en el transporte pesado del Ecuador
Por: Guillermo Gomezjurado Q.
Quizá fue hacia los años treinta que un joven Jorge Luis Borges (1998) dijo haberse convertido en un cazador de inscripciones de carro, «esas escrituras: epigrafía de corralón que supone caminatas más poéticas que las efectivas piezas coleccionadas» (p. 104). Confesada la práctica viciosa —que aclimata las labores del flâneur parisino a las posibilidades de la ciudad argentina de los años treinta—, Borges copió en su ensayo algunos ejemplos de esa divertida onomástica de los transportes, sin dejar de sonreír con ganas de la insolencia y charlatanería presentes en esas fintas criollas.
Ojear Postgraffiti. Cartografía del rotulismo popular en el transporte pesado del Ecuador, de Galo Mosquera (2021) —libro en el que se hace «un análisis visual de los graffitis artesanales y rótulos comerciales existentes en medios de transporte pesado de las distintas rutas que entrelazan las regiones Sierra, Costa y Oriente del territorio ecuatoriano» (p. 7)—, me ha despertado las ganas de intentar un ejercicio inverso al de Borges, casi cien años después; quiero decir, el de pasear por la biblioteca como si fuera un rotulista de los que estudia Mosquera, cuando se encuentra con una serie de expresiones capaces de renovar el repertorio de frases o inscripciones a ser ofrecidos a los clientes.
Con esto, pues, retomo la práctica —en desuso— del espigueo, consciente de que es el acto de hurgar entre los estantes de la biblioteca para seleccionar un libro, un pasaje o apenas una frase, donde se filtra la luz, se sacude el polvo y se construyen sentidos —paseo del que la inteligencia artificial parece querer librarnos, como si se tratara de una tarea molesta—.
Considerando que la gráfica popular de los graffitis y rótulos, según Mosquera (2021), trabaja con contenidos y signos conocidos y comprendidos rápidamente por la mayoría de personas (p. 17) —del tipo «A mí me amarás», «No sufras que sí vuelvo», «No me mires que me volcó [sic]», «Chiquito pero cumplidor» o «Pásame si puedes»—, para hacer algo de esto, habría que quitar de nuestra pesquisa a algunos autores que no se prestan para la rápida lectura de carretera. Chau Escudero, cuyos versos podrían despistar y causar siniestros; chau Gangotena; chau César Dávila, con la excepción de Boletín y elegía de las mitas (1960) que se presta para usos y abusos, como por ejemplo la distorsión realizable al verso «A Lucas Chaca, tam. A Roque Caxicondor, tam» (p. 8), para obtener el sintético e infalible —cuando de pullas al paso se trata— «A tu mama y a tu ñaña tam», rótulo aún virtual, pero totalmente aplicable, creemos, para algún colorido camión de carretera.
Dejando la joda, ejemplos más apropiados quizá podrían encontrarse en autores que, al igual que los rotulistas que estudia Mosquera, trabajan con materiales de la cultura popular, con una irreverencia parecida y con una similar sonrisa insolentona. De buenas a primeras (1976), de Fernando Nieto Cadena, por mencionar uno, da frases que permiten imaginar un camión a ser leído vía a la costa, con frases guasonas y eficientes.
Dicho camión —siguiendo la tradición de muchos conductores de bautizar a sus vehículos con frases caprichosas que, en muchos casos, «convierten» al vehículo en su acompañante— podría llamarse «La muy cangreja» (siguiendo el verso siete del poema de Nieto, «Los ensalmos de susanboy», p. 33), por tratarse —imaginamos— de un vehículo, cuyo buen manejo implica no solo prolijidad en su cuidado, sino el conocimiento de sus mañas y características.
Vistosa, remilgona y recatada, La muy cangreja podría llevar en su carrocería inscripciones como: «directo al mamey», «me nace el vals si me alejo de ti» —que podrían reemplazar a la frase «soñoliento por ti», ya usada hasta el hartazgo en camiones de carga interprovincial—, «cómo le haces, compita rascahuevas» —de clara actitud beligerante para el virtual conductor que la lea— o este, claramente motivador: «cante su tango que ya termina el día»; frases todas estas, extraídas gozosamente del poemario de Nieto Cadena.
Obviamente, se podrían practicar espigueos parecidos con otros libros, en torno a otros poetas; le queda, pues, al lector, ampliar este ejercicio con otras voces y otros ámbitos. Para completar el ejercicio ideado en este texto, finalmente, se ha añadido —con la ayuda de Juan Contreras— un modelo en escala reducida, para armar, de La muy cangreja, con sus inscripciones, ilustraciones, con su propia cromática y tipografía —elementos fundamentales, según Mosquera, en los graffitis y rótulos artesanales de los camiones del Ecuador—. El lector podrá imprimir esta ilustración, recortarla y armar un modelo de papel de La muy cangreja. Se añade también un camión «en blanco» para que el lector pueda inscribir en él sus propias cosechas realizadas en torno a su biblioteca.
Fuentes de consulta
Borges, J. L. (1998). Evaristo Carriego. Alianza Editorial.
Dávila Andrade, C. (1960). Boletín y elegía de las mitas. Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay.
Mosquera, G. (2021). Postgraffiti. Cartografía del rotulismo popular en el transporte pesado del Ecuador. GAD Municipal de Cuenca-Universidad Católica de Cuenca.
Nieto Cadena, F. (1976). De buenas a primeras. Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas.
Guillermo Gomezjurado Q. (Cuenca, Ecuador, 1993). Estudió Lengua, Literatura y Lenguajes Audiovisuales en la Universidad de Cuenca y Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Barcelona. Tiene un máster en Literatura Latinoamericana por la Universidad Andina Simón Bolívar. Ha ganado el Premio Efraín Jara Idrovo, otorgado por el Encuentro sobre Literatura Ecuatoriana y Latinoamericana Alfonso Carrasco Vintimilla y ha publicado artículos en las revistas Kipus, Máquina combinatoria y en diarios locales.