Severance y la relación áspera del ser humano con su trabajo
Por: Juan Fernando Bermeo
Severance (2022). Imagen libre de derechos intervenida por Juan Contreras. Cortesía.
Si se va a hablar de salud mental, mal haríamos al no pasar, aunque sea por un instante, por el tema de esa relación tan áspera que suele llevar el ser humano con su salud mental y su trabajo (o el acto de trabajar en sí). En ese contexto, el cine, así como su hermana menor la televisión han sido innegablemente uno de los recursos de distensión y entretenimiento que más han ayudado a la gente a distraer su mente del trabajo u otros problemas de la realidad, lo que ha propiciado un cuidado cotidiano. Por eso mismo, es gratificante cuando el material fílmico aborda temáticas relacionadas con el cuidado de la mente en varios de sus aspectos, invocando una reflexión inusitada, pero efectiva por parte de nosotros, los espectadores.
La serie Severance (2022), creada por Dan Erickson, dirigida por Ben Stiller y Aoife McArdle, y protagonizada por Adam Scott, nos sumerge en una premisa basada en tropos característicos de la ciencia ficción, tales como la manipulación de la memoria y la realidad, que se usan como elementos que no solo sirven como vehículo para la trama, sino que también desencadenan reflexiones profundas sobre la relación intrínseca e inevitable entre la salud mental y las dinámicas laborales. La producción nos narra la historia de los empleados de Lumon Industries que se someten voluntariamente a un procedimiento quirúrgico que separa, de manera absoluta, sus recuerdos laborales de los personales, creando dos existencias distintas: una que solo opera dentro del ámbito empresarial, sin recuerdos de ningún tipo, y otra que vive totalmente ajena a esta existencia profesional y que conserva el resto de memorias. La serie sigue a Mark, un trabajador que empieza a cuestionar la moralidad y las repercusiones de esta drástica intervención, aún cuando él se sometió de manera voluntaria al proceso para intentar mitigar una depresión disparada por una pérdida. Esto desencadena una diversa cantidad de eventos que desvelan los oscuros secretos y las inquietantes prácticas de la empresa.
En esta serie se desafía nuestra comprensión de los límites entre trabajo y vida personal, sugiriendo que la búsqueda de un equilibrio saludable es fundamental para preservar tanto nuestra salud mental como nuestra identidad. Además, plantea la importancia de abordar el estrés laboral de manera integral, reconociendo que nuestras experiencias personales y profesionales están intrínsecamente entrelazadas y que ignorar esta conexión puede tener consecuencias profundas en el bienestar emocional y mental.
Aunque la idea de desconectar completamente del trabajo al salir de la oficina puede parecer atractiva, Severance muestra que esta ruptura lleva a una falta de integración y cohesión en la vida del individuo. En esta ficción, los empleados son prácticamente prisioneros de su entorno laboral durante su jornada. Aquello puede ser visto como una metáfora sobre cómo la falta de autonomía y la microgestión en el trabajo conducen a una sensación de impotencia, ansiedad y disminución del bienestar general.
Es remarcable la sutil acidez con la que se toca el tema de la naturaleza deshumanizadora de las estructuras jerárquicas y el poder, donde la toma de decisiones se centraliza en manos de pocos, mientras que los trabajadores son tratados como meros engranajes en una máquina. Prácticas comunes, como los regalos empresariales y los incentivos laborales, también son parte de la sátira. A través de la representación de objetos promocionales, como tazas o material de oficina con el logo de la empresa, la serie banaliza su imagen y uso, apelando a la naturaleza superficial de estos gestos y sugiriendo que pueden ser percibidos como humildes símbolos de cumplimiento de objetivos o lealtad corporativa, en lugar de ser recompensas significativas que realmente valoren el esfuerzo y la contribución de los empleados. Este enfoque resalta la desconexión entre las empresas y sus empleados, sugiriendo que estas prácticas caen en el absurdo y son percibidas como vacías o carentes de significado genuino.
Con todo esto dicho, Severance ofrece una crítica perspicaz hacia el sistema laboral contemporáneo al explorar los extremos a los que ha llegado la deshumanización en estos entornos. A través de la premisa de aquella separación inviolable entre la vida laboral y personal de los empleados, la serie expone cómo las empresas pueden priorizar la productividad y el control sobre el bienestar y la autonomía de sus trabajadores. Esta representación extrema sirve como una analogía poderosa de las tensiones y los desafíos que enfrentan los trabajadores en la vida real, debido a que la presión por rendir puede conducir a una desconexión emocional y una pérdida de identidad. Además, se refleja otra realidad común en muchos entornos laborales contemporáneos, donde la rutina diaria y la monotonía generan un deseo profundo de huir y encontrar significado o satisfacción en otros aspectos externos. La serie podría sugerir, en el anhelo de desconexión, que el equilibrio entre la vida laboral y personal está fuera de control, y que los trabajadores pueden sentirse atrapados en un ciclo de estrés y agotamiento.
Hay que decir que un empleador que promueva la salud mental de sus empleados es posible. Se podría empezar por impulsar una cultura organizacional que valore el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, fomentando políticas como horarios flexibles, trabajo remoto ocasional y días de descanso adicionales. Sin embargo, las empresas se enfocan en regalos superficiales, en lugar de buscar formas más genuinas para reconocer y recompensar a sus colaboradores. A fin de cuentas, los jefes que se preocupan por el bienestar mental de su equipo no solo crean un ambiente de trabajo más sano, sino que también evitan que sus empleados se conviertan en memes andantes —tipo «Lunes de café con refill infinito»— o que se transformen, voluntariamente, en pacientes prospectos para una fragmentación mental u otra cosa parecida.
Juan Fernando Bermeo (Cuenca, 1989). Es escritor, guionista, músico, docente, comediante y locutor radial. Además, es máster en Literatura Española e Hispanoamericana por la Universitat de Barcelona; licenciado en Lengua, Literatura y Lenguajes Audiovisuales por la Universidad de Cuenca; y miembro fundador del ClubPEN Ecuador. Ha publicado los poemarios Metrópolis: cementerio de espadas (La Caída, 2018), Papelebría (Viz-K-cha Editorial, 2020) y Presagios de la vida en Nosgoth (Casa Editora de la Universidad del Azuay, 2023), y el libro de cuentos MEME (Manofalsa editores, 2024). Aparece en la antología de cuentos Despertar de la Hydra (La Caída, 2017), en la antología artística Wiwasapa (2017) y en la Antología de poesía cuencana de cambio de siglo (XX-XXI) (Dirección de Cultura de Cuenca, 2022). Parte de su primera novela gráfica aparecerá a finales del 2024.