Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 21

AGOSTO-SEPTIEMBRE 2024 | CUENCA, ECUADOR

El activismo personal y silencioso de José Cardoso

La iglesia de La Merced se pierde en el cielo azul intenso, engañoso como buen cielo cuencano. Pienso en lo fascinante que debe ser trabajar con una vista así desde un tercer piso. El taller de José Cardoso, «caserito», como él lo llama, está en la calle Honorato Vásquez. En la entrada que da a la calle se divisa un pequeño letrero que casi se pierde entre los letreros enormes y chillones de los bares y algunos nombres de abogados que laboran en la misma casa; lleva tallado sobre madera el texto «Jiráfica, fábrica de cuentos»; José es uno de los creadores de esa inusual fábrica que suena a fantasía, pero está dedicada a la producción cinematográfica, la ilustración, el diseño gráfico y la fotografía. De esta última es responsable Fernanda García Freire, pareja de José y la mujer que él menciona cada dos o tres oraciones porque, además, es la cómplice con la que decidió crear historias y abandonar su trabajo de diseñador gráfico como mero creador de marcas. Allí, en Jiráfica inició esa apuesta por la emancipación y la construcción de un sueño.

Entrevista E2 (1)

José Cardoso en su taller Jiráfica, fábrica de cuentos. / Jaime Villavicencio.

¿Por qué debía nacer Jiráfica y por qué se llama así?

Qué lindo es ver hacia atrás, cómo se fueron hilando las cosas. Jiráfica debía nacer porque me sentía cansado del marketing digital y de deberme a lo comercial. Con esta plataforma, que está viva desde 2008, pude canalizar esa energía que me llevó hacia el universo fascinante del cuento y del libro ilustrado. Algunos amigos se han ido sumando al equipo que tenemos con la Fer y, la verdad, el camino ha sido muy divertido. Venimos trabajando siempre alrededor de la narrativa y de las historias en diferentes formatos. Con respecto al nombre, pues bueno, recuerdo que en un cuadernito anotaba palabras y por allí salieron: ‘jirafa’, ‘ficar’ del portugués, ‘girar’ del castellano y se formó un juego de palabras que nos gustó.

Y con esto de fabricar cuentos, ¿Cómo ha sido tu relación con los libros?

Los libros han sido un rescate para mí. Realmente sentí que volví a un hogar después de canalizar mi energía creativa; migrar desde lo que quiere el cliente para vender un producto hacia el diseño editorial y la lectura, al libro ilustrado y al cómic fue un respiro gigante. Entonces, traté de aprender más sobre el tema, me di cuenta de que había un mundo increíble en Argentina, viajé hasta allá y conocí a Istvansch, un ilustrador español radicado en Buenos Aires. Con él tuvimos un taller en el que diseccionamos las partes de un libro: jugábamos con la portada, la portadilla, la guarda… y así venía a mi cabeza una canción bellísima de Caetano Veloso que se llama «Livros», sobre todo esa partecita que dice: «los libros son objetos trascendentes, pero podemos amarlos desde el amor táctil». Me fui enamorando de hacer un libro como ese objeto tan hermoso, interesante y profundo.

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Además de sus estudios de diseño gráfico en la Universidad del Azuay, José Cardoso estudió animación y stop motion en la escuela de cine 9Zeros de Barcelona, España. Ha ganado una cantidad considerable de premios a nivel nacional y su trabajo cinematográfico ha formado parte de selecciones oficiales internacionales. Él no pertenece a ningún colectivo, pero gran parte de su obra está enfocada en la empatía con el medio ambiente y con el anticolonialismo. Prefiere movilizarse en bicicleta, le gusta la poesía y hace tres años es papá de Seydú. Ese activismo tan personal se respira en el pequeño taller casero, con mucho olor a café y lleno de afiches e ilustraciones sueltas que representan un transitar congruente. Se emociona cuando le pregunto por un libro que reposa sobre el escritorio: Verdade tropical de Caetano Veloso —otra vez Caetano—. Dice que le costó conseguirlo, que un amigo se lo regaló. Entonces pienso en ese accionar honesto desde el arte, tan característico del músico brasileño… y aprovecho:

Tu labor, sobre todo en el cine, mantiene una coherencia con todo lo que crees. ¿Cómo llegaste al trabajo cinematográfico o cómo llegó él a vos?

Uno nunca termina de salir del contexto laboral meramente comercial porque hay que comer, pues. Si bien me encuentro en un espacio en el que me siento más cómodo y feliz, no fue tan fácil. Recuerdo que alguna vez llegué a la Feria del Libro de Barcelona con un librito que ya estaba terminado, pero no pude mostrarlo a las editoriales que más amaba y cuando al fin me dieron cita, me pidieron que les envíe un PDF, imagínate. El mundo editorial es difícil, hay que golpear algunas puertas aunque también se trata de golpes de suerte. El bichito del cine llegó a mí gracias a un comentario de Luis Scafati, uno de mis maestros en la ilustración, alguna vez dijo que, si él hubiera nacido en otra época, sin duda, habría estudiado cine. Me ilusioné y comencé con el stop motion por mi cuenta: fracaso tras fracaso, pero feliz de aprender las técnicas necesarias.

Personajes de los cuentos creados en Jiráfica. / Jaime Villavicencio.

¿Y la coherencia?

Bueno, cuando me decidí por el cine, hice amistad con Germán Petsain. Él es parte de la comunidad shuar de El Tink. Me di cuenta de que me apasionaba la mitología y mi amigo sabía mucho de eso, así que viajamos a la Amazonía para que su abuelo nos contara esas historias que nos atraviesan a todos desde la vida y la religión. Más tarde ilustramos y publicamos un cuento a partir de los mitos, fue un trabajo de escucha con grabadora en mano. Además, trabajamos con momentos muy íntimos y de suspenso, se creó una narrativa que podía funcionar como un documental, así que presenté el proyecto al Consejo Nacional de Cine del Ecuador y se logró rodar Buscando a Wajari, que fue la manera de financiar el siguiente rodaje que acabó siendo la película Iwianch, el Diablo Venado, (2020).

¿De ahí surgió esa convicción por el anticolonialismo?

Me dolía desde hace mucho el colonialismo, la situación en la que vivimos los cuencanos, por ejemplo, sentir la división de clases tan marcada en esta ciudad… pero quizá no tenía más conocimiento del tema que ese dolor. Cuando fuimos a la Amazonía a grabar, de manera paralela le salió una beca en Sudáfrica a la Fer, yo fui como cola de ella y por allá sí que nos topamos de frente con teorías decolonialistas que también nos atravesaban. Situaciones sumamente presentes en el día a día y aunque nos sentimos muy a gusto y fue una experiencia increíble, percibimos una división de clases muy marcada. Comprender estos retratos del mundo, entender cómo esto ocurre gracias a decisiones políticas nos tocó muchísimo y fue importante para continuar con el rodaje de Iwianch.

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A José le cuesta hablar en singular. Es como si cada aspecto o logro de su vida lo ha realizado en equipo. Tampoco habla mucho de los reconocimientos recibidos a pesar de que la crítica lo reconoce, en palabras de Galo Alfredo Torres, como uno de los cineastas contemporáneos «más trascendentales» según el libro «La ciudad de todas las voces», (2021). 

José se dedica al cine, la ilustración y el diseño gráfico. / Jaime Villavicencio.

Has ganado muchísimos premios por tu trabajo, pero en el tiempo que llevamos conversando no los has mencionado. ¿Tiene que ver esto con un activismo personal que va más allá del reconocimiento público? ¿Cuáles son esas pequeñas acciones que te permiten, al menos un poquito, el intento de cambiar la realidad?

Sabes que, en ese sentido, con la Fer tratamos de ser parte y poner el hombro en las causas importantes. Recuerdo que un par de años participamos del activismo, pero nos dimos cuenta de que es un terreno difícil, de que la gente que lo practica es muy paciente y entregada, «de sacarse el sombrero». Pienso que lo que se siembra en el activismo, a veces, no da ni medio fruto y si llega a aparecer la plantita, a la vuelta de la esquina alguien acaba pisándola. En nuestro trabajo sí hemos tratado de canalizar esta necesidad de accionar; de este último documental tuve versiones en las que denunciaba lo que sucedía en las comunidades de la Amazonía, pero me di cuenta de que por ahí tampoco iba la cosa. Más bien, me decidí por buscar caminos en los que se pueda generar empatía con la causa más que rechazo al problema. El día a día en el arte sí es extraño, porque nadie está libre de sentirse creído, pero tal vez nos acolitan esos amigos que nos inspiran a trabajar en colectivo y a no tener posturas individualistas.

¿Te ha cambiado el chip de tu conexión con el medio ambiente, el hecho de ser papá?  

Es una pregunta gigante. Siento que necesitamos una vida más natural que nos permita que un niño perciba lo que lo rodea y que eso lo convierta en una persona empática, porque un sistema que es tan artificial desde la tecnología y la educación nos impide pensar demasiado. Las ganas de mudarme al bosque o comenzar una vida distinta frente al hecho de que ahora somos una familia con un integrante más es un dilema enorme, pero lindo e interesante porque ha sido un aprendizaje para todos.

¿En realidad crees que el libro y la Tierra son los dos últimos sobrevivientes?

Todo pinta apocalíptico si es que vemos y escuchamos las noticias. Y, al mismo tiempo, poner la mirada más cercana, es decir, en un niño, en las nuevas formas de pensar, en otras sensibilidades ya es otra historia porque se siente que la vida va bien. Este cuestionamiento me da vueltas todo el tiempo, incluso la palabra ‘sobreviviente’, pues estoy trabajando y escribiendo sobre eso. Son temas que me interesan mucho pero no tengo ninguna respuesta.

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José tiene un proyecto pendiente sobre Sudáfrica, está en su etapa final y es autofinanciado. Dice que el tema de la decolonialidad, una vez más, lo ha atravesado, pero que le tocará sortear las posibles intimidaciones del poder por tratarse de una propuesta underground. Lo dice como si ya estuviera acostumbrado, como si supiera exactamente cómo hacerlo.

Personajes de los cuentos creados en Jiráfica. / Jaime Villavicencio.

Issa Aguilar Jara. (Cuenca, Ecuador, 1988). Periodista. Ha escrito los libros de poemas Con M de Mote se escribe Mojigata (La Caída, 2018) y Poliamor Town (Ganador de la convocatoria de publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, 2020). Sus textos se encuentran publicados en la antología iberoamericana Wiwasapa (2016), en Fractal, anuario de poesía de San Diego (2021), entre otras. Cofundadora de Ninacuro Editorial Cartonera. Ganadora de la cuarta edición del Poetry Slam de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay. Su trabajo periodístico aparece en varios proyectos y medios de comunicación nacionales. Su trabajo literario ha sido compartido en varios encuentros y festivales nacionales. Actualmente, escribe su tesis para graduarse de la Maestría de Investigación en Estudios de la Cultura de la Universidad Andina Simón Bolívar.

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