Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 21

AGOSTO-SEPTIEMBRE 2024 | CUENCA, ECUADOR

En el nombre de la hija: el retrato de una sociedad cuencana que parece no cambiar

Por: Paola Espinoza

 

La película ecuatoriana En el nombre de la hija se estrenó hace doce años. Es el segundo largometraje de la directora cuencana Tania Hermida y fue muy bien recibida por el público. La historia se centra en Manuela, una niña quiteña —hija de padres socialistas y ateos— que debe pasar las vacaciones en la hacienda de sus abuelos. El conflicto aparece cuando, una vez ahí, Manuela se da cuenta de que sus ideas y sus costumbres son radicalmente opuestas a las de su familia cuencana.

Fotograma de cuando Manuela es bautizada, En el nombre de la hija (2011). / Cortesía.

El primer día que Manuela y su hermano pequeño duermen en la casona, su abuela les insiste, o mejor dicho, les obliga a rezar junto a sus primos.

Abuela: «Apuren, mis guaguas, vamos a rezar que ya es hora de dormir».

Manuela: «Es que nosotros no rezamos, abuelita».

Abuela: «Cómo que no rezamos, no voy a creer que la mamita no les haya enseñado a rezar».

En estas líneas los espectadores, sobre todo cuencanos, nos identificamos de varias formas: ¿quién no tuvo la abuela que edificaba con fotos y estampas un altar del Niño Jesús?, ¿o por lo menos le prendía una velita?, ¿quién no tuvo esos primos que decían, que si no rezábamos nos iríamos al infierno?

Así, bajo estas circunstancias se desarrolla un largometraje que la misma Hermida ha catalogado dentro del género «comedia triste». Los personajes viven —en medio de la infancia y la inocencia— experiencias que les hacen cuestionarse sobre sus propias tradiciones en un mundo que reproduce costumbres patriarcales, dirigidas principalmente por la religiosidad y cuyo absurdo se evidencia con la llegada de la protagonista.

A Manuela no sólo le choca que su familia materna quiera hacerle creer en Dios, sino tener que participar de otras actividades o creencias que le parecen ridículas: jugar a la casita con su prima María Paz, ocupar la cama rosada que es de las niñas, o no llevarse con Pepe, el piojo, porque es el hijo de la empleada doméstica. Pero, lo más importante ocurre cuando la pequeña Manuela de nueve años es obligada a bautizarse. «Tanto problema para nomás de bautizarse», dice el Pepe. El verdadero problema es que este rito católico no es algo casual para ella, pues significa adoptar un nombre que no la identifica: Manuela de los Dolores.

Es entonces cuando aparece un personaje importante en la cinta: el tío Felipe, interpretado por el reconocido Pancho Aguirre. Un hombre que vive apartado y escondido dentro de la hacienda. No reproduce las actitudes clasistas, moralistas ni racistas de sus parientes.  Por eso, aparentemente, lo han catalogado de «loco». Sin embargo, Felipe es el único que logra conectar con Manuela y los primos. Su visión del mundo lo hace desprenderse de cualquier convención moral y apostar por otras formas de relacionarse con los demás.

Cuando Manuela conoce a su tío, hay una clara alusión a Alicia en el país de las maravillas, el momento en que la protagonista de la novela de Lewis Carroll, cae en la madriguera del Conejo Blanco. Incluso, en una escena posterior, los niños y el tío interpretan el juicio que se narra en la emblemática obra. El choque sensorial con otro tipo de costumbres y pensamientos es algo que Manuela vive a lo largo de la trama, aunque en este instante en especial, se manifiesta todo aquello que la niña no alcanza a encontrar: un espacio en el cual reconstruirse y expresarse libremente.

La dinámica de los pequeños, es decir, de los primos, permite abordar las contradicciones presentes en la sociedad curuchupa que habitan. Y, aunque la historia ocurre en la década de los setenta, parece seguir vigente. No es de asombrarse que, hoy en día, en Cuenca todavía sigamos actuando como los adultos de la película, desde las apariencias… temerosos a romper con lo heredado, con lo impuesto, pensando que los buenos siempre somos nosotros, aunque nuestras posturas digan lo contrario.

En el nombre de la hija es un film que definitivamente nos sacará unas cuantas risas y nos recordará algunos de esos episodios que vivimos de chicos. Pero, si hacemos una lectura más profunda, también nos hará pensar en esos dogmas que todavía cargamos y que vale la pena poner en duda. Como diría el Camilo, hermano de la Manuela: «No estés triste, Paz. Te prometemos que no vamos a ir al infierno, lo que pasa es que no todo lo que dice la abuelita es verdad».

Paola Espinoza. Nació en Cuenca. Es licenciada en Cine y Audiovisuales. Hace algunos años dirigió su cortometraje La noche del escamol. Ha colaborado en la realización de proyectos audiovisuales junto a sus amigos. Le encanta ver películas y escribir reseñas cuando se lo piden. Algunas de ellas se han publicado en el medio digital Los Cronistas.

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