La maternidad sin filtros de María Isabel Cordero
Cuando nuestras madres y abuelas nos cuentan sobre su experiencia con la maternidad, casi siempre nos encontramos con las heroicas historias que parecen salidas de un texto de Medievo: esas en las que el protagonista podía con todo, sin importar el problema. Según estos relatos, ellas siempre triunfaban; pareciera que nunca se cansaron, que nunca lloraron y lo sacrificaron todo para ser «buenas madres».
María Isabel Cordero, feminista, directora ejecutiva de la Fundación Sendas, y mamá de Mateo de 19 años y Joaquín de 11, rompe con ese imaginario y pone sobre la mesa lo fuerte y difícil que es enfrentarse a la maternidad. Después de siete pruebas de embarazo y un sinnúmero de dudas que la atravesaron, se convirtió en madre. En este diálogo nos comparte su experiencia y además, la importancia de vivir una maternidad deseada y planificada, sin romanticismos ni poses.
María Isabel Cordero, feminista y directora ejecutiva de Sendas, organización no gubernamental. / Jaime Villavicencio.
¿Cómo fue tu experiencia con la maternidad?
Ha sido bastante buena, porque fue deseada y planificada, vamos a partir de ahí. Yo tuve mi primer hijo a los 28 años, no me embaracé fácil, necesité dos años de intentos inválidos y eso fue frustrante. Sabía que sí quería tener hijos, pero pensaba: no es el momento, no me voy a estresar ni a presionar, no va a pasar nada; pero claro, conforme pasaba el tiempo y, efectivamente no pasaba nada, empecé a preocuparme, estresarme y frustrarme, hasta que hice un tratamiento homeopático y me embaracé en dos segundos. No supe que estaba embarazada hasta casi el cuarto mes, mi hijo fue prematuro y nació de siete meses; entonces, tuve un embarazo de tres meses y un poco más. Esta es la evidencia de que no importa si eres experta en el tema, no importa si trabajas con temas de salud sexual y reproductiva, porque cuando hay condiciones particulares sobre nuestro cuerpo y nuestra salud, las mujeres no nos damos cuenta de muchas cosas. Por ejemplo, no nos damos cuenta de que estamos embarazadas.
¿Cuál fue la reacción de tu entorno?
Todos estaban muy contentos porque fue un embarazo buscado, muy esperado por mi pareja, mis amigos, mis compañeros. Pero me pasó algo anecdótico; Sol Roura que era la médica de la cooperativa artesanal Tejemujeres y sabía de mis problemas para embarazarme, estuvo conmigo cuando me hice la prueba. Eran las siete de la mañana, estábamos en la oficina y el resultado dio positivo. La Sol me dice: «no hay que confiarse de esas cosas», y me hago seis pruebas de embarazo más y todas salieron positivas. Tuve una respuesta de mucha camaradería durante mi embarazo; en mi casa la maternidad y los embarazos siempre han sido muy bien vistos, más allá de las condiciones en las que pasan.
¿Y con tu segundo hijo?
Con mi segundo bebé fue mucho más fácil. Me di cuenta enseguida de que estaba embarazada, mi situación laboral era distinta, tenía más estabilidad. Tienen ocho años de diferencia con mi hijo mayor y son experiencias distintas, porque se dieron en momentos y condiciones diversas de la vida. También fue un embarazo planificado y deseado, es importante recalcarlo.
María Isabel de cinco años, en la casa de sus abuelos paternos. / Álbum familiar.
Muchas personas creen que la maternidad es una obligación de las mujeres. ¿Cómo has lidiado con ese discurso?
Todas las mujeres tenemos que lidiar con esa situación, no importa la decisión que tomes, no importa cuándo te embaraces. Si te embarazas muy pronto: eres tonta; si te embarazas muy tarde: eres vaga; si es que no te embarazas: no has cumplido con el estándar social; si tienes muchos hijos: también eres tonta; si tienes pocos hijos: vuelves a ser vaga. Creo que hay demasiadas narrativas alrededor de la definición de ser mujer con relación a la maternidad y también existe este imaginario de que, para muchas, la maternidad es su razón de ser, su proyecto de vida, y aquello también es una falsa creencia. Te lo digo porque hice mi tesis sobre el embarazo adolescente en Quilanga, un pueblo pequeño en Loja; es alejado y las y los jóvenes no tienen mucho porvenir: te dedicas a la producción de café o ganado, o sales a trabajar de obrero o en el servicio doméstico en la ciudad, pero realmente son pocos los que pueden ingresar a la universidad. Como antecedente, hay una tesis planteada en México que indica que, para las mujeres con menos oportunidades, la maternidad es su único proyecto de vida. Entonces, mi tesis pretendía demostrar en Quilanga, lo mismo que decían las compañeras de México. Total, nunca pude demostrarlo, pues todo se fue a pique, todas mis hipótesis basadas en esas investigaciones académicas no cuadraban con nuestra realidad. Las chicas no ven a la maternidad como su proyecto de vida, aunque sean de una zona rural, pobres, vulnerables en múltiples sentidos. Esa creencia es solo parte del discurso, es una forma de repetir absurdamente las condiciones. Y sí, la maternidad es linda, pero es súper fuerte y nadie nos habla de lo fuerte que es… porque el embarazo es un juego de niños, lo que viene luego, es cosa seria.
Cuando hablamos de maternidad deseada se suele creer que las madres no tienen derecho a quejarse de lo fuerte que es esa labor. ¿Acaso las madres no pueden quejarse?
Si te quejas, eres mala madre: como yo (risas). Como dije, nadie te cuenta lo fuerte y lo difícil que es ser madre. Hay esta falsa creencia de que las mujeres tenemos que ser estoicas, tenemos que soportarlo todo y sacrificarlo todo y poder con todo, pero en realidad no es así, hay días en los que te hartas, estás cansada, no puedes. Te hablo por mí que soy una mujer con privilegios, imagínate qué pasa con las mujeres que tienen que batallar con esos días en los que no tienen para darles de comer a sus hijos, o que deben soportar violencia dentro de sus casas y fingir que no ha pasado nada. Existen tantas otras circunstancias que son extremadamente fuertes, son ejemplos que evidencian que la maternidad es un ejercicio durísimo, estresante, complicado y que no acaba nunca.
A través de las redes sociales es común observar a mujeres que muestran a la maternidad como algo sencillo, generalmente son mujeres con privilegios. ¿Crees que esa visión es un problema?
Claro que es un problema, además porque es parte del marketing de la maternidad. Yo les ayudé a mis hermanas a cuidar de mis sobrinas, eran maternidades diferentes, menos comerciales, había menos presiones del mercado. Ahora, te dicen que debes comprar muchas cosas que tus hijos no necesitan, te venden el ideal de que, si tienes todas esas cosas, la maternidad será fácil. Otra cuestión que es terriblemente fuerte es todo lo que está relacionado con el cuerpo de las mujeres; un mercado que diseña productos para que después de dar a luz, estés bella, perfecta y hermosa, pero eso tampoco pasa, no existe el té mágico que te hace perder las 10 o 20 libras que ganaste con el embarazo. La carga de estrés es súper fuerte, porque esas mujeres que tienen esos privilegios no han sido preparadas para la maternidad de forma real, jamás se han hecho cargo de una guagua. En otros contextos socioeconómicos, las mujeres cuidamos guaguas ajenas desde siempre y, tarde o temprano, asumimos el trabajo y nos vamos preparando de alguna manera. En los estratos más privilegiados no es así y eso puede causar otra forma de daño a la salud mental de las mujeres, que tal vez no está pensado ni visibilizado.
La Chabe, como la conocen sus amigos más cercanos, tiene una larga trayectoria y experiencia en temas de género, derechos humanos y liderazgo. / Jaime Villavicencio.
Una condición fundamental de la maternidad deseada es que las mujeres puedan decidir sobre sus cuerpos. ¿Cuál es tu postura frente a la discusión de despenalizar el aborto en Ecuador?
Yo defiendo el aborto desde que tengo 19 años. Un día, le acompañé a una compañera a practicarse un aborto y casi le matan en esta práctica brutal e indiscriminada. Creo que ahí despertó mi lado feminista y dejé de lado la hoz y el martillo. Estoy de acuerdo con el aborto libre y sin restricciones, el tema del derecho a la decisión es la verdadera forma de expresar el derecho a la libertad, si tú no puedes decidir sobre ti misma, no eres libre. No sé cuándo vaya a darse ese derecho, pero desde los 19 he intentado acercarme a este servicio de salud para que sea efectivo. En Ecuador, desde hace 82 años, una puede acercarse a una unidad de salud y decir: «Yo creo que mi embarazo me produce estrés y depresión, y por tanto, quiero que interrumpa mi embarazo». Esa ya es una causal de salud, sin embargo, no se lleva a la práctica; y si es que hay médicos que lo llevan a la práctica, lo hacen bajo sus propios criterios. Entonces, se trata de una decisión que siempre está en manos de terceros y no en las nuestras. No sé cuándo se concrete el derecho al aborto libre, pero sé que estamos avanzando, tengo una fe ciega.
¿Cuál es tu opinión sobre un sistema de salud que cuestiona a las mujeres que desean acceder a una ligadura de trompas, ya sea por su edad o por su número de hijos?
Bueno, no es que el sistema no lo permite, ojo, la Ley te permite hacerte una ligadura de trompas desde los 18 años, incluso si es que no tienes hijos. El tema es que, quien tiene el poder de hacerlo, es un médico o una médica. Es decir, al no conocer nuestros derechos ni lo que dice la Ley, es muy difícil reclamar y exigir el servicio. No está prohibido, simplemente a algunos médicos no les da la gana de hacerlo, porque creen tener el poder de decidir sobre nosotras. Nos dicen frases como: «No, usted es muy joven para decidir sobre estas cosas», «usted es muy joven para tomar anticonceptivos», «es muy joven para un implante», «es muy joven para una T». Y luego, te embarazas y te cuestionan porque eres muy joven para tener una guagua.
Se acerca el Día de la Madre… ¿Crees que los medios de comunicación ejercen presión sobre las mujeres y romantizan la maternidad?
Sí, claro. Además de ejercer presión para que te compren la lavadora, la secadora y todas las doras, lo hacen para venderte una familia feliz. El Día de la Madre es un ejercicio meramente comercial que, entiendo, nació como un homenaje a la Virgen María y su mes de mayo. Entonces, había que hacer un reconocimiento a la madre de Diosito y ya, ¿pero en qué se ha convertido? Chévere el Día de la Madre y que me regalen los adornitos y demás… pero hay que recuperar el sentido de las cosas, la maternidad es un ejercicio que, como dije, no acaba nunca.
María Isabel Cordero junto a sus hijos Mateo y Joaquín. / Cortesía
Tania Párraga Miño (Quevedo, Ecuador, 1993). Periodista de prensa escrita y radial. Ha enfocado su trabajo en torno a temas de feminismo y género. Curiosa de la ciudad que la acogió y es su casa, también ha trabajado en asuntos que giran alrededor de Cuenca.