Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 17

MARZO 2024 | CUENCA, ECUADOR

Daniel Moreno: «El arte drag es anarquista y protestatario»

Por: Agustín Reinoso

 

Una entrevista sin cortapisas, sin tapujos ni eufemismo alguno con Daniel Moreno, uno de los pioneros del drag queen en el Ecuador, aquella manifestación artística necesariamente anarquista y protestataria en el ámbito de una sociedad prejuiciosa, carente de empatía con las necesidades de la comunidad LGBTIQ. Una sociedad insistente con respecto a las anacrónicas creeencias sobre los roles y la identidad de género derivadas de la religión, especialmente de la Iglesia católica, esa institución signada por la pedofilia y la corrupción. Iniciamos un diálogo que abunda en lo social, en lo político y en lo que el arte drag pretende comunicar per se en los escenarios.

Daniel nació en Quito y es activista, libretista, director y actor desde hace más de tres décadas; regresó a Cuenca al cabo de tres años para protagonizar dos drag shows en el Prohibido Centro Cultural. En ese sentido, también ha dejado saber qué percepción se llevó del público cuencano tras su breve paso por la ciudad y cómo los políticos manipulan el discurso proderechos LGBTIQ de forma hipócrita y falsa con tal de ganar votos.

El actor y activista Daniel Moreno antes de salir al escenario del Prohibido Centro Cultural, en Cuenca. / Juan Contreras.

¿Qué significa hacer shows drag queen en una ciudad como Cuenca, que en el imaginario nacional es conservadora, pero, a mi modo de ver, es más bien tapiñada, curuchupa, marcada por el prejuicio, el clasismo y la aristocracia? Tomando en cuenta que todo esto es cuestionado por el drag, además de la anacrónica concepción de la identidad, los roles de género y lo mucho que le cuesta a la gente mostrarse tal cual es, por miedo al qué dirán.

Al cien por ciento, no lo dudes (risas). Y además es una ciudad clasista, polarizada en la política… Sabes que dentro de los trabajos y del proceso que hemos llevado con el grupo teatral Dionisios, desde el 2008 el Prohibido Centro Cultural empezó con actividades, entre ellas el Festival Cabaret Prohibido, y fui uno de los primeros invitados. Desde hace unos once o doce años, por el hecho de poder venir a Cuenca, he ido como aplanando el terreno frente a todas estas aristas. Ha sido un proceso lento, de ir trabajando con el público porque hay que ser francos: así como hemos tenido un público que nos ha abierto los brazos de manera muy cariñosa, también nos hemos encontrado con públicos que presentan resistencia a la diversidad por temas religiosos, por la falta de educación e información en temas de diversidad sexogenérica y derechos.

¿Cómo sentiste a la ciudad y al público con respecto a estos temas, ahora que regresaste al cabo de tres años para los shows en el Prohibido?

Que han retrocedido.

¿En qué sentido?

Primero, en la parte susceptible del público. Hay que ser claros, la pandemia sacó cosas buenas y malas, y entre esas cosas ha revelado los moralismos. Ha sacado este tema a flor de piel. El hecho mismo de cómo te ves, con quién vas.

La Princesa Dormida y Doña Soledades durante la presentación de la obra De hueso blanco. / Juan Contreras.

¿Cómo así reparas en ello? ¿Qué pasó durante estos días acá?

Porque, justamente, a dos compañeras a las que invité al evento me dijeron: ¿En serio la gente va a verte o va a ver a la gente que asiste a tu show?

O sea, el prejuicio de entrada, cosa tan común en los cuencanos.

Por supuesto. El hecho mismo de apegarnos a las familias, de sentirnos afectados desde el tema de la familia. Es cómo te miran, cómo te observan. El hecho mismo de encerrarnos, de tenernos encasillados en cuatro paredes, ha creado el temor frente al resto y hemos vuelto a pensar en el qué dirán.

Bueno, Cuenca siempre ha sido así. Sin ánimo alguno de generalizar, a mucha gente le importa el qué dirán y se priva de la posibilidad de ser ellos mismos, de despojarse de toda forma de prejuicio y ser libres.

Justamente. Vemos los defectos, la paja en el ojo ajeno, y ese enfrentarse con la gente es lo que cuesta trabajo. Diez años atrás, cuando vinimos a Cuenca, salíamos del Prohibido y teníamos shows en discotecas. Nos íbamos a pie y había gente que nos escupía, nos insultaba y nos decía de todo.

¿Qué cosas te decían?

«Maricas que desfilan por las calles». Pero después de eso, y tengo que reconocer, los compañeros de los medios de comunicación fueron abriendo la puerta poquito a poquito, pero ¿gracias a qué? A que se tuvo una constancia en el trabajo.

¿También has sentido cierto escepticismo de parte de la prensa? Dices que se fue abriendo de «poquito a poquito».

Sí, lo que pasa es que siempre les da miedo. También hay que enfrentarnos a lo desconocido y, como tal, el arte drag o arte transformista no es popular aquí en el Ecuador. Recordemos que, quien abrió la puerta fui yo. Dije: Bueno, empecemos a ser drags, a vestirnos, a hacer lo que a la gente no le gusta. Y aparte de eso, sumémosle teatro, y a ese teatro le vamos a poner polémica. Y vamos a hablar de nuestra sociedad, de nuestra idiosincracia, de nuestra forma de pensar, de cuánto daño nos hace la forma de pensar del otro.

Coméntanos un poco más sobre ese retroceso que ha tenido Cuenca con respecto a estos temas, luego de la pandemia.

Cuenca se está yendo más hacia la derecha, empezando por el mismo alcalde y su pensamiento que, por cierto, yo lo respeto muchísimo. Pero cuando hablas de progreso lo haces desde esa imagen política de uso, desde la imagen de las personas o los procesos de otros… ¿o realmente lo estás haciendo por un tema de convicción?

¿A qué te refieres con «empezando por el mismo alcalde»? ¿Lo adviertes muy conservador o derechoso?

Aparte de ser artista soy activista de la comunidad LGBTIQ. Y dentro del activismo uno ve cómo las administraciones públicas como la Municipalidad, la Casa de la Cultura y las instituciones que supuestamente están dentro de la comunidad, no aportan o no hacen programas a favor de ella.

Ya que tocas el tema del alcalde de Cuenca, ¿cómo has sentido la postura y el apoyo de Pedro Palacios con relación a los proyectos y los derechos de la comunidad LGBTIQ?

Es que ahí está el tema… No se refleja, no se ve.

Fotografías y amor con el público, parte 1. / Juan Contreras.

¿Lo adviertes demasiado conservador?

Por ahí… moralista, conservador. Recordemos que muchos de estos moralismos, es decir, el hecho mismo de hablar del aborto y todo lo que representa para las mujeres, el maltrato y demás, siguen siendo temas machistas que nos golpean. Por ejemplo, todavía se escuchan cosas como: «yo a mi mujer la quiero, la respeto, pero prefiero que se quede en la casa limpiando y lavando», y eso sigue siendo un tipo de machismo.

Y en Cuenca pasa muchísimo de aquello.

Por supuesto, porque seguimos manteniendo los estereotipos y las imágenes de cómo vemos a las otras personas.

¿Crees que en esta ciudad aquello sucede más que en otros lados del país?

No. En Quito, por ejemplo, estamos recontrapolarizados. Quito siempre tiene sus broncas políticas… Que los de derecha, que los de izquierda, los que tienen más, los que tienen menos. Y esos problemas o convicciones que hay dentro del tema político es lo que nos arrastra a ciertas cosas, y desde ahí se manejan: desde lo político. Entonces, si en Quito nos ponemos a hablar de la diversidad sexogenérica, lo vamos a hacer desde lo político. En Guayaquil lo que gana es el escándalo, no hablan desde el derecho sino de cómo voy a vender ese derecho, porque así es Guayaquil, es farandulero.

¿O sea, no has sentido mayor tolerancia en Guayaquil?

No, al contrario, son más curuchupas.

¿Más que en Cuenca?

Más que en Cuenca.

¿Por qué?

Porque, justamente, se maneja esta doble moral. Allá se dice: «Si tengo amigos gays, estos amigos gays me van a dar más publicidad, más fama, más escándalo».

Esta doble moral que sugieres y la falta de tolerancia se deriva de la religión, algo muy marcado en el Ecuador por la herencia española, el colonialismo y el contradictorio discurso católico.

Claro, por el tema del colonialismo. Aquí hay dos cosas que siempre hemos discutido: que dentro del arte drag o transformista, mucho del discurso con el que trabajamos —y por el que luchamos— es romper las estructuras hegemónicas. Y la otra, darnos esta oportunidad, esta licencia de ser otro para no ser uno mismo y jugar desde ese otro yo, para que vean que ese otro yo, también tiene derechos.

Habitamos una sociedad que no nos permite mucho hacer eso: explorar el yo con libertad, reconocernos, ser uno mismo sin cortapisas, expresarnos tal cual somos, porque en su lógica prejuiciosa nos llenan de epitetos y hablan a nuestras espaldas?

Claro, entonces toca armar estructuras, actividades que sean totalmente rompecalzones, como diríamos por ahí. Ser transgresores para que te den otra posibilidad.

¿Tú le creíste al presidente Guillermo Lasso cuando en la campaña de segunda vuelta incluyó en su discurso la predisposición de dar mayor apertura, voz y oportunidades a la comunidad LGBTIQ? Lo extraño es que en la primera vuelta jamás habló de ello.

Yo no, personalmente. Por eso, ahora que abrió la Subsecretaría de Diversidades —que no tiene un solo centavo y aún así quiere que se hagan proyectos— no hemos sido llamados. Yo tengo talleres para darle al señor presidente, pero qué resulta… que dicen que hay apoyo, pero que no hay «cushqui», no hay plata.

Fotografías y amor con el público, parte 2. / Juan Contreras.

Tampoco le creí, por supuesto. Creo que fue parte de la estrategia de campaña de la segunda vuelta. Me parece que le dijeron lo que tenía que decir para hacerse el inclusivo y ganar votos. ¿Crees que los políticos están manipulando el tema e incluyéndolo en el discurso para ganar adeptos? ¿O sí hay políticos a los que realmente les importa?

No les importa, es solo discursivo. Te lo digo porque hasta la misma comunidad LGBTIQ y los mismos, las mismas y lxs mismxs compañeros y compañeras que están en la política, miran solamente desde su patrón de interés y lo que pueden producir para aquel que llegue al puesto máximo, al puesto de poder. No piensan en la comunidad, en que los trans necesitan trabajo. El arte LGBTIQ necesita un espacio para exhibirse, un espacio para aprender, ¿dónde está realmente este tema de la memoria?

¿Crees que hay algún movimiento político al que le importa de verdad incluir en su agenda el tema de la lucha, avance y reinvidicación de los derechos de la comunidad LGBTIQ?

La religión nos expulsa, nos rechaza. No hay político que nos quiera, somos una minoría. ¿Qué es el voto del travesti?, ¿qué es el voto del gay? No nos miran. El haber perdido absolutamente todo, nos da más fuerza para enfrentarnos, porque ya no tenemos nada que perder.

A partir de la Constitución de 2008 se creó el Consejo Nacional para la Igualdad de Género, con la intención de avanzar en la conquista de derechos de la comunidad LGBTIQ. ¿Ha servido de algo, se ha avanzado en algo?

El Consejo de Derechos ha hecho su trabajo a medio gas. Hasta antes de la pandemia estaban medio activos.

¿Y luego, con Lenín Moreno, hubo avances?

Con ese gobierno, lo único que se puede decir es que apoyó la aceptación del matrimonio igualitario, pero eso nació de otras organizaciones.

Entonces, ¿aquello se dio más por presión social que por voluntad política per se?

Claro, sobre todo por presión social. Hay que ser francos: la sociedad es la que ha llevado a que se acepte el matrimonio igualitario, los padres homoparentales, la unión de hecho; aunque hayan quedado vacíos legales que son interpretados a conveniencia de cada quien. Esos «huecos» hacen más daño que no tener la Ley.

¿Qué vacíos legales?

El Gobierno nos sigue debiendo en la memoria, ¿cuántos crímenes de odio se dieron en la época de León Febres Cordero? Yo fui uno de los violados en esa época, a mí me violaron los policías en 1987.

Fue un gobierno salvaje en todo sentido.

Asesino, cruelmente asesino. En los años 80 era peligroso ser homosexual porque ibas preso. Los policías bebían, se drogaban… me dieron garrote para que deje de ser maricón, después de haberme violado.

Con relación a esos oscuros tiempos, ¿cuánto realmente hemos avanzado y superado la homofobia por parte de la sociedad y de algunos gobernantes?

¿Realmente? Un 30 por ciento.

O sea, nada…

Nada.

¿Por qué?

Porque todavía seguimos estigmatizando el tema. Tuve una pareja que, cuando su familia se enteró que estaba conmigo, le amenazaron con meterle en una clínica de deshomosexualización.

En este contexto y tomando en cuenta lo que hemos hablado, ¿qué es lo que un drag queen le quiere decir a la sociedad y a los gobiernos?

¡Qué no decimos! Lo lindo del arte drag y, especialmente del arte drag en Ecuador, es el hecho de que tenemos esta licencia —si cabe el término— de ser teatreros y seres humanos. Es darnos la oportunidad de mirarnos desde ese otro yo, de interpretar lo que le pasa al resto… y dejamos en evidencia cuán débiles somos como sociedad, cuán débiles somos como seres humanos: esto es lo que hace un drag. A través de su parodia, del juego, incluso desde la misma burla, un drag se juega el pellejo para decir: «esto somos, ¿están dispuestos a cambiar o seguimos en lo mismo?» Y, mientras sigan en lo mismo, yo me seguiré burlando de ustedes. Me seguiré riendo de todo lo que sucede, porque me seguiré poniendo una máscara para decirles sus verdades.

Para quien no lo sabe, ¿qué es un drag queen?

Es un término que se presta para muchas interpretaciones. Significa «arrastrado en contracorriente con esfuerzo», pero a partir de los años 70 se lo utiliza más bien como un tema de transformación, como las vampiresas de la noche. Se han puesto muchos términos alrededor del drag, pero lo que realmente significa es eso: arrastrado en contracorriente con esfuerzo.

Más allá de la crítica a la aristocracia, de la sátira con respecto a las creencias tradicionales sobre la identidad y los roles de género, ¿qué más se busca comunicar a través de un drag show?

El drag show tiene dos raíces: la primera, la del entretenimiento… transportarte a través de la música y olvidarte del mundo. Luego, lo haces crecer y le pones un texto, le pones condumio y se convierte en un tema político, social y cultural. Es, entre otras cosas, protestatario.

Sesión de fotos de La Princesa Dormida y Doña Soledades. / Juan Contreras.

Por eso, resultaba inexorable ubicar y arrancar esta conversación desde los matices políticos y sociales inherentes al tema…

Es que es protestatario, el drag mismo es anarquista. Te transformas con las plumas, los pelucones, las pestañas, la escarcha, la purpurina, los colores nacarados… Sales a escena y ya estás haciendo una imagen de protesta. Y esto rompe lo común.

¿Qué pasa en tus entrañas cuando configuras tu estética y sales al escenario?

Por más años que tengas en el escenario, lo primero que te da son nervios. El arte drag fue algo que llegó a mí y lo hizo de una forma muy linda, porque a través de él fui conociéndome y rompiendo mis propios miedos.

¿Qué miedos?

Ser gay «hombrado». Tenías que seguir siendo el hombre y mantener la actitud de macho, porque eso es lo aceptable.

¿Qué nos falta como sociedad para alcanzar una verdadera equidad de género?

Formación, educación y, sobre todo, sensibilización. Somos una sociedad que recibe las cosas de forma masiva, a lo bruto, pero nadie nos da el tiempo de asimilarlas y entenderlas. Ni la sociedad misma sabe cuáles son sus derechos como hombres y mujeres independientes, y ahí es cuando nos enfrentamos a una sociedad ignorante, quiero decir, no ignorante en el mal sentido sino con respecto a aquellas cosas que ignoramos.

Agustín Reinoso Ormaza. Cuencano de cepa. Estudió Comunicación Social en la Universidad del Azuay. Trabajó como periodista y editor en los diarios El Tiempo y El Mercurio. Fundador de Revista Bareque. Editor de publicaciones impresas y digitales, y director creativo de Lóbulos, agencia de redes sociales y comunicación política.

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