Andrés Abril o Pupo Morrison: el que hace llorar a guitarras y generaciones
Por: Issa Aguilar Jara
Esta es otra de esas historias en las que alguien fue parte de una banda colegial y se enganchó con la música para siempre. La diferencia está en que, cuando él toca, las cuerdas de la guitarra parecen arrancarse y, cuando canta, puede hacerle cojear hasta al corazón más sano. A Andrés Abril casi nadie lo ubica por su nombre, lo llaman «Pupo», desde siempre. Tiene apenas 41 años, pero su voz es inconfundible para varias generaciones cuencanas que lo han visto en grandes escenarios, modestas tarimas, salones de recepciones, casas o cualquier lugar donde el Suco llega —con o sin intención— a «abrir la vena»1.
Andrés, el Pupo Abril es uno de los intérpretes cuencanos con mayor trayectoria musical. / Jaime Villavicencio.
Luis Neira fue su profesor de Música en el colegio Hermano Miguel La Salle, aquí cambió el fútbol por las tocadas. Pintó su casaca del uniforme con el logotipo de la banda californiana The Doors y de allí le vino el apellido para el apodo. El Pupo Morrison lleva más de 20 años siendo músico, ganando festivales colegiales, formando sus primeras agrupaciones de rock y viviendo profesionalmente de la música desde su extinto trío Madrigal, hasta sus tríos actuales: Don Añejo’s y La Comarca.
¿Cómo fue tu niñez con respecto a la música?
La música me ha acompañado desde que tengo uso de razón. Cuando compartíamos momentos en familia y yo era un niñito, mis tíos me pedían que me suba a la mesa para cantar; en aquella época me regalaban algunos sucres cuando lo hacía. Nos divertíamos mucho porque yo solía inventarme las letras de las canciones, ni sabía lo que cantaba, pero me encantaba hacerlo.
Las canciones, una vez que son exploradas e interpretadas una infinidad de veces, ¿le siguen perteneciendo al autor o ya son del público?
Yo creo que le pertenecen a la gente. Y más cuando transcienden, es decir, cuando el autor fallece. Pienso, por ejemplo, en los pasillos ecuatorianos que son totalmente nuestros.
¿Sientes lo mismo cuando tocas y cantas una canción por primera o décima vez?
Jamás. Toda presentación y toda canción que canto, según el momento o el lugar, son completamente distintas. Esto depende de muchos factores, he tenido presentaciones hermosísimas y otras, que me han hecho pensar: «Chuta, creo que me voy a salir de esto y me voy a dedicar a otra cosa».
¿Se te ha pasado por la cabeza dejar la música?
No, para nada. Quizá antes, pero ahora no podría. Soy médico veterinario de profesión y no la ejerzo. Me dedico a esto: a mis presentaciones en vivo, tengo un estudio de grabación para cuñas publicitarias, hago pistas para otros músicos… todo eso a mí me encanta y lo más chévere es hacer lo que a uno le gusta.
¿Qué quieres transmitir con las canciones que interpretas?
Todo es un conjunto. Yo no podría responder qué quiero transmitir, más bien, me quedaría con lo que al público le gusta de mí. Cuando toco, cuando canto, sufro demasiado y me emociono muchísimo, todo es intenso. En las presentaciones me frunzo, hago caras; algunas personas hasta piensan que me drogo o que estoy loco, porque es una cosa que me supera y me sale de adentro. Varios músicos me han dicho que esa cualidad no la tiene cualquiera. Estoy en el escenario compartiendo con el público y es como si fuera otra persona, además, en cada presentación siento pánico escénico, tengo miedo hasta la primera canción y el primer aplauso, ya luego se me pasa.
El Suco, como tantos lo llaman, posando en el Museo de las Culturas Aborígenes, en Cuenca. / Jaime Villavicencio.
Pero, sentir nervios antes de una presentación es bueno, ¿no?
Claro, es importante para exigirse a uno mismo. El temor a equivocarse o dar una mala impresión al público está siempre presente, pero cuando te empiezan a aplaudir es una cosa impresionante… como magia.
Me provoca mucha curiosidad tu respuesta: ¿eres tolerante al reguetón o nada tolerante?
No me gusta el reguetón ni la bachata. Respeto mucho a los músicos que hacen estos géneros y a las personas que les gusta escucharlos, pero yo no los escucho ni los interpreto. Creo que toda la música tiene su razón de estar, todo ritmo es válido e importante, pero imagínate, si en una fiesta no hay reguetón, pues no hay fiesta. Toca acoplarse.
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Por el trabajo de su padre, Andrés pasó su infancia en Guarumales, Sevilla de Oro. En el auto, mientras viajaban a la represa de Paute, los acompañaba algún disco de Leonardo Favio. Sus tíos Arturo, Freddy y Mesías que le pedían cantar cuando niño, también escuchaban a Favio y Leo Dan. Por herencia, estos y otros artistas se convirtieron en sus referentes para interpretar baladas del recuerdo y música nacional, con aquella emoción y sensibilidad particulares por las que muchos lo han creído loco. Una locura que por poco y se hace realidad durante la pandemia, cuando dejó de cantar en vivo.
¿Cómo te afectó la pandemia?
Fue durísimo. Para todos, creo, pero mucho peor para los músicos y artistas en general. El hecho de no poder salir a ningún lado y parar con las presentaciones en vivo que es de lo que vivimos, fue terrible. Realicé presentaciones virtuales gracias al público que me contrató, pero ni ellos ni yo lo disfrutamos totalmente. Te juro que preferí enviar canciones grabadas a cantar en una pantalla con la gente al otro lado. Sin embargo, me tuve que dedicar a hacer otras cosas que me gustan: trabajos en carpintería y electrónica, aproveché para ofrecerles mis servicios a familiares y amigos. Como no tenía ingresos me dediqué a eso, había que buscarse la vida.
El trío La Comarca trabajando durante la pandemia en 2020. / Autor: Gabriel Art. Cortesía de La Comarca.
¿Te habría gustado nacer en un país donde el trabajo del músico sea más reconocido, o te quedas con las penas, alegrías y nostalgias de Cuenca?
No, yo me siento orgulloso de ser cuencano y ecuatoriano, y a pesar de que existe una ingratitud con los artistas, acá me he quedado. El abandono estatal es real, pero me siento contento de haber crecido como músico en esta ciudad.
¿Crees que los músicos cuencanos se apoyan entre sí?
La mayor parte de los músicos jalan para su propio molino. No creo que haya (ojalá en algún momento) un gremio consolidado en el que realmente nos apoyemos. Han intentado crear varias asociaciones pero siempre acaban en lo mismo, ese es mi criterio. Por eso, con el trío La Comarca somos independientes e inseparables.
Dime tres virtudes de los músicos con los que te gusta trabajar.
Sensibilidad, hermandad y honestidad. Creo que son las más importantes y las que más me emocionan.
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Escuchar la música e interpretación de Andrés Abril es un regalo, ya sea como solista o con sus tríos. Los músicos están disponibles para cualquier compromiso social o presentaciones en distintos eventos, desde un costo de 180 dólares por hora. El valor para las instituciones es de 600 dólares, que incluye una presentación de dos horas.
1 Tener «la vena abierta» es sentir muchas ganas de beber alcohol. Es una expresión muy popular en Ecuador.
Issa Aguilar Jara (Cuenca, Ecuador, 1988). Periodista y escritora. Ha escrito los libros de poemas Con M de Mote se escribe Mojigata (La Caída, 2018) y Poliamor Town (Ganador de la convocatoria de publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay, 2020). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía César Dávila Andrade, 2022. Su trabajo periodístico aparece en varios proyectos y medios de comunicación ecuatorianos. Su trabajo literario ha sido publicado en antologías nacionales e internacionales, además de compartido en varios encuentros y festivales. Es aspirante a magíster de investigación en Estudios de la Cultura por la Universidad Andina Simón Bolívar.