Dinosaurios
Por: Xavier Guerrero
Arrancaban los noventa y mi joven espíritu metalero vivía una etapa hermosa, pero llena de cambios. No era el único. Andaba vagabundeando por ahí con una mezcla de inocencia y un poco de estupidez propia de los ya mencionados problemas: ser joven y, además, metalero.
Dinosaurios. / Imagen libre de derechos intervenida por David Riera.
La reciente caída del muro de Berlín, y con ella la terminación de La Guerra Fría, ponía fin a un miedo con el que crecimos muchos: ¡una guerra nuclear! Incluso, llegué a pensar que muchas cosas que andaban mal en el mundo se iban a arreglar: el hambre, la desigualdad social, los terribles gobiernos… la ingenuidad propia de mi edad estaba a flor de piel.
Yo y muchos de mis amigos y conocidos frecuentábamos las disqueras que se podían encontrar en ese entonces en la ciudad, buscando bandas nuevas y viejas, clásicos y lo que sea. Los videos en VHS eran muy cotizados, por supuesto, pero el santo grial de todos los hallazgos era, sin duda alguna, encontrar un disco original de cualquier banda. Este premio se limitaba solamente para los que tenían la suerte de que alguien se lo mande del exterior o, tal vez, recibirlo de una persona que se hallaba en problemas económicos y, por consiguiente, se veía obligada a vender sus preciados tesoros.
Recordemos que esta era la época del casete y su «tráfico» era interesante. Todos lo hicimos, para ser honesto.
Yo tuve mi primer CD en 1992, el famoso «Fear of the Dark» de los ingleses Iron Maiden, que era mi tesoro. Claro que mi primer reproductor de CD lo tuve apenas en 1993. Lo bueno de ser un melómano es que la sola presencia del «tesoro» era más que suficiente para calmarme hasta poder disfrutarlo por completo.
Muchos no lo sabíamos, pero se avecinaban tiempos de grandes cambios culturales, principalmente en lo que a la música se refiere, y algunos de ellos iban a ser irreversibles. Por doloroso que fue, estos cambios generaron un «intento de asesinato» de la música que me había mantenido en pie y me había dado un norte artístico: el rock duro, heavy metal o, como lo llamamos ahora para simplificar, el metal.
Metallica, una de las bandas más importantes del rock duro, sorprendía al mundo con un disco que posteriormente llegaría a ser el más vendido de toda la historia del heavy metal, el icónico «The Black Album», que vio la luz el 12 de agosto de 1991. Para horror de algunos, agrado de otros y miedo de unos pocos, en este trabajo los californianos habían bajado las revoluciones, la distorsión y la crudeza de su música, orientándola hacia otros oídos y otras audiencias.
Otra «falta grave» hecha al «sistema rock metal mundial» vino de la mano de los neoyorquinos Anthrax, con su canción «Bring the Noise» de 1991 junto a Public Enemy, y un año después, con los californianos Rage Against the Machine y su disco homónimo. Estos herejes se atrevieron a mezclar el sagrado metal con nada más ni nada menos que con un género «impuro»: el rap.
Aerosmith, «los chicos malos de Boston», ya habían mezclado rap y rock en 1986 con su canción «Walk this Way», junto a Run-D.M.C., pero a Anthrax muchos no la perdonaron y, posiblemente, aún no lo hagan. Era uno de los íconos del thrash metal de los ochenta, no olvidemos eso, a diferencia de Rage Against the Machine, que era una banda nueva y debutó así: impura, libre, salvaje y con una fuerza y actitud innegables.
¿Y yo?… pues, ahora que tal vez por mis años estoy libre de la «inquisición» metalera, puedo decir que de verdad me encantaban estos cambios, a pesar de ser un metalero de cepa y completamente militante.
Los puristas
Estas propuestas nuevas resultaban inconcebibles para el mundo del rock y algunos puristas, conservadores extremos llamados los trues sentenciaban al olvido a toda banda de heavy metal que no se ceñía a los estándares anteriormente creados por… bueno… eso nunca ha estado muy claro. La verdad, todo culto tiene gente que no tolera ningún cambio, así este sea bueno o presente mejores oportunidades.
Los trues siguen vivos, más fuertes que nunca y ahora tienen internet, así que su poder conservador y purista llega a más personas. Nadie sabe muy bien qué quieren, pero se sospecha que simplemente están en contra de los que están a favor. Se los identifica fácilmente por su exceso de violencia en las redes sociales contra cualquier nuevo disco, de cualquier banda de rock del mundo y sin importar a qué género pertenezca.
A todo este caos musical metálico de los noventa, se juntaba la aparición de un pegajoso y melancólico género nuevo que convertía a estos seres «perfectos», inalcanzables y casi divinos, los rockstars, en hombres comunes y corrientes que podrían ser nuestros vecinos o los tipos que están a nuestro lado en el supermercado. Los noventa eran tiempos del grunge o «el sonido de Seattle», como lo llamaron luego, una mezcla de punk, noise y metal que tomó por asalto al mundo.
Este ataque vino de la mano de varias bandas como Nirvana, Pearl Jam, Alice in Chains, Stone Temple Pilots, Soundgarden, entre otras, y su influencia fue impresionante. Los tipos comunes y corrientes se subían al escenario a cantar sobre las penas de los jóvenes, el desamor, las drogas y, sobre un tema que definiría al género luego, la muerte.
Otras bandas clásicas duras también siguieron la tendencia de disminuir su «poder destructivo», por así decirlo, y se volcaron hacia otras audiencias, influenciados por el grunge según algunos, como Megadeth con sus trabajos noventeros: «Countdown to Extinction» de 1992, «Youthanasia» de 1994 y el famoso «Cryptic Writings» de 1997. Para ser honesto, se sentían diferentes, pero a mí me encantaban.
Los aclamados Slayer hicieron lo propio con sus trabajos: «Divine Intervention» de 1994 y «Undisputed Attitude» de 1996, donde le rinden tributo al punk, y el «Diabolus in Musica» de 1998, que definitivamente no es el trabajo favorito de muchos de los fans y nos muestra a unos Slayer muy experimentales, casi al punto de llegar a un «metal alternativo».
En el mismo continente, pero más al sur, los cariocas Sepultura tomaban las riendas de estos cambios y los transformaban en un nuevo género, al mezclar la samba y los sonidos tribales con su ya conocido thrash metal. Es así como el hardcore metal había nacido con su disco «Roots» de 1996, abriendo las puertas de la diversidad dentro de este género, para disgusto de muchos trues. Amé a «Roots» desde el primer minuto de haberlo escuchado, aunque reconozco que era una Sepultura totalmente diferente… por suerte.
Portada del disco «Far Beyond Driven» de Pantera. / Cortesía.
Podría llenar varias páginas contando sobre el caos de esta turbulenta era, sin embargo, hay un disco en especial que cambió las reglas del juego para siempre y que vino de la mano de unos tejanos llamados Pantera, con su brutal obra maestra «Far Beyond Driven» de 1994. Este trabajo es un peso pesado del metal de los noventa, tanto en crudeza como en producción, y lo más importante, cuando el resto de bandas había bajado su metal tratando de ser otra cosa, Pantera había hecho su trabajo más extremo hasta la fecha. La banda venía de un entorno muy metal con sus trabajos previos: «Cowboys from Hell» de 1990 y «Vulgar Display of Power», posiblemente su segunda obra maestra de 1992, aunque «Far Beyond Driven» está considerado como el disco que salvó al metal en los noventa, debido a su fuerza y actitud.
Lo cierto es que Pantera llevó la bandera de la música dura y nunca siguió las tendencias. Bajaron sus afinaciones, subieron la distorsión, radicalizaron las letras, gritaron más fuerte que el resto y no tuvieron miedo de ser quienes eran: unos metaleros brutales. Sus trabajos siguientes, «The Great Southern Trendkill» de 1996 y su último disco «Reinventing the Steel» del 2000, si bien fueron alucinantes, quedaron opacados por el disco anterior. Muchas bandas seguirían su camino y a partir de este punto el metal se diversificó y radicalizó de formas impresionantes. El mundo metalero nunca más volvería a ser el mismo después de «Far Beyond Driven» definitivamente.
Desde lo personal
En cuanto a mí se refiere, antes de escuchar esta brutalidad de disco, fantaseaba con los escenarios y el rock, pero fue después de escucharlo cuando tomé la firme decisión de convertirme en un músico de metal y hasta la fecha lo he venido cumpliendo. Yo vivo metal, sueño metal, hablo del metal con pasión, y mi pobre novia ya sabe quiénes son los músicos de varias bandas que todavía no ha escuchado y cuántos discos tienen.
El inicio del milenio vino con algunas situaciones complejas, no solo para el rock duro, sino para la música en general, ya que un tipo llamado Sean Parker presentaba al mundo un monstruo llamado Napster, que hacía por primera vez lo que tantos hacemos el día de hoy: poner la música a disposición de todos en la Internet. Había comenzado la era del MP3 que cambiaría la industria musical para siempre.
Eventualmente, Napster tuvo que cerrar y sus servicios ya no estarían disponibles después de grandes demandas hechas contra la plataforma por parte de las empresas discográficas más importantes y varios artistas, entre ellos los mismísimos Metallica, de la mano del baterista Lars Ulrich. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. La venta de discos estaba sentenciada a la muerte y Napster fue solo el principio del fin. Decenas de nuevas plataformas de descarga ofrecían los mismos servicios y, hoy por hoy, las bandas sobreviven de la venta de tickets para conciertos y festivales. Una ínfima cantidad de dinero es obtenida de la venta de música en plataformas de streaming, pero no llega a ser comparable con las monstruosas cantidades que se obtenían antes.
Para los metaleros melómanos como yo, esto fue bueno y malo. Si bien ya no había tantos discos físicos disponibles, se podía escuchar a las bandas al día siguiente de haber publicado sus trabajos. Además, nos dimos cuenta de que todas esas cantidades de dinero que la venta de discos daba en las épocas doradas de los LP y los CD, en realidad iban para las disqueras que se encargaban de explotar a los artistas.
¿Qué puedo decir ahora? Cero críticas a cómo van las cosas, porque no soy de creer que los tiempos pasados son mejores. Cada época tiene sus particularidades, sin duda alguna, y disfruto siempre de la música. Confieso que no me llevo muy bien con Spotify, pero estoy intentándolo de verdad. Esta semana subiré la música de mi banda Carne de Cañón a esta plataforma, es una promesa. Solo quería contarles para ganar un poco de fuerza.
Me siento como un dinosaurio, pero eso sí, soy un dinosaurio metalero hasta lo más profundo de mi ser. ¡Enhorabuena!
Xavier Guerrero (El Warrior). Apasionado por Ecuador y su gente, con mucha experiencia en la guianza turística y las ciencias de la hospitalidad. Amante de la naturaleza, de una buena lectura y la cultura. Entusiasta en Ecología, Historia, Geografía, Geología, Antropología y las ciencias sociales en general. Es un músico apasionado, vocalista de la banda cuencana de groove metal Carne de Cañón y director del colectivo musical Metal y Cuenca. Aficionado por el fitness, por los deportes de aventura y las actividades outdoors. Es padre de Mateo.