Música, ruido y corporalidad en «Slasher» de Mónica Ojeda
Por: Melissa Uzhca
«¿A qué se parece el placer de un sonido?» se pregunta, en más de una ocasión, uno de los personajes de «Slasher» y, como lector, es una de las interrogantes que se puede ir desmenuzando a través de la exploración de los sonidos y los estímulos de las protagonistas.
«Slasher» es un cuento de Mónica Ojeda perteneciente a Las voladoras (Páginas de Espuma, 2020) que aborda la historia de las gemelas Bárbara y Paula, quienes merodean la escena experimental noise y montan espectáculos musicales extremos. Su propuesta, basada en la improvisación, revela la capacidad musical de cualquier objeto: tijeras, agua, excremento, ollas, latas, dentaduras, insectos y animales vivos y muertos.
Portada del libro «Las Voladoras» de Mónica Ojeda. / Cortesía de la editorial Páginas de Espuma
Paula aparece retratada como la malvada perversa, incapaz de hablar y escuchar. A cambio, produce sonidos a través de los objetos, como si estos fueran la suplantación de sus sentidos. Además, su figura nos plantea la música a través de lo que no puede ser escuchado. Por su parte, Bárbara está marcada por el deseo de mutilar la lengua de su hermana, no por perversidad, sino por coherencia, para acabar con la obscenidad de lo inservible. Sabe que su deber es enseñar la violencia del sonido: traducirlo a figuraciones que son percibidas por su gemela a través de la pérdida.
La relación ruido-dolor-placer se evidencia en la curiosidad de las protagonistas por los sonidos que rompen tímpanos, provocan migraña o revientan pulmones en oposición con los que generan placer. Su búsqueda se orienta hacia la naturaleza violenta del sonido que puede ser también reconfortante. Cómo suena el dolor o cómo suena el deleite son preguntas que van construyendo la narrativa de «Slasher». En ese sentido, ¿la música está para violentar o reconfortar los sentidos? Podemos encontrar algunas pistas en escenas como la de las hermanas degollando un gallo en medio de su espectáculo y disfrutando de la experimentación consensuada del dolor en medio de la configuración de un «gran concierto universal de lo vivo y lo muerto».
La autora propone el ruido como una forma de lenguaje, no es en vano que Bárbara lo describa como «poesía de los objetos». Además, nos invita a pensar en el silencio primigenio, revelador: ¿qué es aquello que precede la existencia del lenguaje? A lo largo del texto, el sonido es descrito como conjuro, explosión, hormigueo y disparo. En consonancia con estas definiciones, el relato cierra al consumar la mutilación y resolver las ansias de definir el tamaño real de un grito. Para ello, la lengua de Paula se convierte en objeto creador, intérprete del dolor que expone la musicalidad de un chillido desesperado al recibir el corte de un estilete. El cuerpo es el territorio en el que se ejerce la violencia elocuente, aquella que consuma la experimentación y conecta el lenguaje con las acciones.
«Slasher» es una obra literaria que nos sitúa en el lugar del público de un espectáculo musical abyecto. En ella confluyen una prosa cautivadora, cargada de imágenes poéticas, y escenas que, aunque pueden parecer atroces, nos ayudan a pensar la música como una expresión íntima e inquietante del dolor. Se trata de una propuesta que complejiza la ausencia y el terror acústico. Sin embargo, es el lector quien tiene la alternativa de colocarse del lado del deleite.
Melissa Uzhca (Cuenca, Ecuador, 1996). Narradora y tejedora.