Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 21

AGOSTO-SEPTIEMBRE 2024 | CUENCA, ECUADOR

Para compartir aquello que nos corresponde decir a todos

Por: Agustín Molina

JD llega tarde al recital de poesía. Con cuidado para que no lo noten, a su llegada, se desliza por un lado del auditorio y sigiloso toma asiento. JD tiene las manos secas, está ansioso y un tanto perturbado por los poemas que los participantes intercambian. El tiempo parece extenderse. Dentro de la barriga de nuestro amigo, una suma, un tumulto exagerado de palabras ha alimentado a un monstruo que ha sentido hambre de hablar. Ahora esa masa sube por el esófago. JD no puede más, se le empiezan a desplomar las rodillas mientras sigue sentado. Por suerte, la cadencia no lo mata. Alza la mano y cuando parecía que se había terminado el recital, voraz sobre su deseo, pregunta:

—¿Puedo decir algo?

Siendo a la vez, JD, malo para llegar puntual, resultó un entusiasta maravilloso. ¿Para qué le servía a JD, preguntar si podía decir algo en un recital de poesía que evidentemente había terminado? Quizá, porque él era una persona que había acumulado poemas a lo largo de su vida, pero jamás los había leído en público. Entonces, aprovechó la oportunidad, se preparó desde la tarde: empacó una computadora que le sugirieron no prender porque podía ofender al público con la demora y a los poetas con la necedad. Tenía una memory flash, dentro de esa memory flash —esto lo relataba él— estaban cuadros que había pintado y en cuyos trazos estaban inspirados ciertos poemas. Entonces, intervino en la computadora que le ofrecieron en el auditorio para ayudar en su demostración. Después de manifestar demora en su búsqueda, me acerqué para ayudarlo.

—Es que yo soy pintor —me lo dijo primero a mí. Después, apresando el micrófono y viendo de lleno a ese público insospechado, se los contó a ellos también.

«Escritores Cuencanos». Serie: Escuelas abandonadas durante la pandemia. / Agustín Molina Arévalo.

La idea de JD es claramente la idea de a dónde nos lleva la poesía. En sumo sentido personal, la acumulación de materia lírica mantenida por una sola persona, en su momento, se convierte en una espesa mucosa nostálgica, por lo que puede devenir en patologías. JD parece que lo sospechaba, por esa razón, cuando proyectó en el auditorio con aquellos que había hecho presas por su afabilidad, un cuadro de unos caballos de musculatura exagerada que cabalgaban sobre una nube algodonada y deforme, pudo por fin cerrar su aventura. En la pantalla dejó proyectadas unas imágenes de caballos que personalmente no me gustaban para nada, pero reconocí su valentía a la hora de mostrarlos. El poema que leyó era más bien aburrido en relación con su cuadro y, aún más, en relación con los gestos y manías de su cuerpo que me recuerdan de manera que no deberían, a algo que escribió Emil Cioran1. Y aquí, algo que diría yo a través de todo esto2.

La idea de JD es en realidad algo que pasó en la vida real en el último recital que participé. Quienes lo vivieron, podrán corresponder sobre mi relato con sus propias apreciaciones. Solo quisiera saber si, ¿lo que pertenece a un deseo intangible es lo que terminamos por racionalizar en la poesía? Son aquellos momentos donde se decide por sí misma la imagen que uno propone. En el caso de JD, su trabajo con la pintura era la imagen mental del poema que después puso en palabras menos ágiles. Lo importante es que JD es honesto. Él está encarnando. No sólo posee la necesidad de reflexión previa a todo poema, esta vez nos invita a conocerlo en su virtud intelectual y en su necesidad sentimental de leer a desconocidos. Yo quise proponer este caso como una aproximación reciente a lo que entiendo, puede servir la poesía. Uno la escribe para corroborar, en su momento, un acto relacionado desde una perspectiva del autor: la poesía es un constante peregrinaje del tiempo de uno mismo. Ir por el camino sin miedo al asalto. Sin miedo jamás al itinerario.

Solo eso necesitábamos, tanto JD como yo: algo que nos conmoviera; desde preocupaciones mundanas hasta caminar lentamente por un río de hojas amarillas.

Sillas vacías. Serie: Escuelas abandonadas durante la pandemia. / Agustín Molina Arévalo.

En los últimos días he estado releyendo a Hilda Mundy, seudónimo de Laura Villanueva, periodista y poeta vanguardista de Bolivia. En 1936 Hilda publica el que sería su único libro en vida: Pirotecnia (ensayo miedoso de literatura ultraísta3) y con eso, pierde contacto con la esfera literaria de entonces. Pasaron 68 años para que alguien redescubriera su obra y la pueda, finalmente, devolver al mapa latinoamericano junto con sus contemporáneas: Magda Portal (Perú) y María Luisa Bombal (Chile). Devolver a estas autoras que se han visto en la necesidad de hacer un solo libro es una tarea fantástica para las editoriales, pero principalmente para los lectores. Entonces, resulta preciso hablar de esas personas que producen poemas para «fuegos fatuos que representan la nada», como decía Hilda. Aquellas que solo les interesará alimentar su espíritu y contradecirse al advenimiento de los logros, de los lugares recurrentes, de lo desgarrado en inversión pública para incentivar a los poetas a mirar dentro de su patria (gesto de mirar una caja hueca).

¿Para qué escribir poesía? Quizá para solventar el centro de la infancia que se relaciona con la creación y que permite retomar con las manos propias, el desecho de la memoria y convertirlo en una mariposa transparente, cuidada del contacto. A lo mejor, tan sólo para brindar la más necia y delirante flor; aquella que a JD le condujo a reformular la insipiente tarea de la lectura en voz alta y así, dilapidar y manejar el tiempo a su placer.  

Pero queda el libro escrito4 y todo ritual fundacional, en todo caso, servirá para quien lo tome.

La escritura de poesía, especialmente, resulta ser más que ingrata, reveladora.

1 He escamoteado más de un abismo, por una combinación de cálculo e instinto de conservación. Pues me falta el valor para ser poeta. ¿Será por haber reflexionado demasiado sobre mis gritos? Mi raciocinio me ha hecho perder lo mejor de mí mismo. Cuadernos (1957-1972), publicado por Tusquets Editores México (2014).

2 Me resulta terrible y hermoso intentar racionalizar lo más disolvente que tiene el ser humano: los sentimientos. En su valor, de alguna manera, el análisis puede corresponder a una nefasta subjetividad mía. Pero debemos reconocer a los pulmones de JD leyendo fuerte sobre aquello que es desconocido completamente, porque se proyecta como cualquier ser humano que escribe poesía: se retrae y después explota: una máquina a vapor sobre el pecho. JD es la razón de que exista una manera de escribir para todo aquello que no alcanzamos a hacer con el cuerpo. ¿Qué son las palabras sino estereotipos incuestionables?

3 Pirotecnia (ensayo miedoso de literatura ultraísta), tercera edición publicada por Los Libros de la Mujer Rota (2015).

4 Hay mucha gente a la que no le gustan los recitales de poesía, justamente por eso. Quieren ir a casa, ver la imagen de los caballos, cada uno desde sus computadoras. Quieren leer las palabras de JD porque lo sintieron muy urgido de su poema, líricamente necesitado, desprendido. Necesitan hacerlo por su cuenta. Averiguar por sí mismos la razón por la que JD anhelaba la saciedad definitiva: la del que mucho dice. Nosotros queríamos su libro. Queríamos hacerle más preguntas, pero, ciertamente, era el tiempo de todos el que marcaría la situación. JD empezó a equivocarse en las imágenes que había citado, después salieron fotos que nada tenían que ver con su ponencia improvisada. El héroe se tornó trágico. El veneno finalmente había salido. JD se reintegró a la sociedad. Al despedirse y darme su mano, sentí una seca aglomeración de hileras que parecían formar unas runas de cayos. Se marchó el artista exclamando con recelo: —esto como quien murmura— para que todo lo mío, desde ahora también sea suyo.

Agustín Molina Arévalo (Cuenca, Ecuador, 1994). En poesía ha publicado en algunas antologías nacionales: 90 Revoluciones (Mecánica Giratoria, 2015); Salud a la esponja (Universidad de Cuenca, 2017) y en revistas digitales como: Liberoamérica y Pie de Página de la Escuela de Literatura UArtes. Con Subte Chuna editorial publica El libro de la Boca (2022), su primer libro de poesía. Actualmente es el Coordinador de la Biblioteca Daniel Córdova Toral.

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