Un montañista, un cineasta y luego la niebla
Por: Darío Orellana Rodas
Iván Vallejo. Fotograma de Al otro lado de la niebla. Cortesía de Sebastián Cordero.
«Ser optimista cuando todo marcha bien no requiere esfuerzo, es cuando enfrentamos dificultades que el optimismo cobra verdadero valor», dice Iván Vallejo a los medios en una de las entrevistas por el lanzamiento del documental Al otro lado de la niebla, en el que comparte protagonismo con su director Sebastián Cordero. Esta frase, que podría ser incluida en cualquier libro de autoayuda, es el tipo de contenido que Sebastián preferiría evitar y, justamente, esa dicotomía es la estrella de esta película.
El primer documental del reconocido cineasta ecuatoriano nos cuenta la historia del ambateño Iván Vallejo, montañista, docente universitario e ingeniero químico. Él forma parte del minúsculo y selecto grupo de deportistas extremos que han logrado la hazaña de subir las 14 montañas más altas del planeta (más de 8000 metros de altura), sin ayuda de oxígeno suplementario. Iván es el primer ecuatoriano y séptimo montañista en el mundo en lograrlo, lo hizo en 12 años, entre 1997 y 2008. Por su parte, Sebastián Cordero es el cineasta más importante del Ecuador. Su película Ratas Ratones y Rateros, que fue estrenada en 1999, es considerada una obra maestra nacional. Muchos directores pasan toda una vida intentando un hit en el cine, él lo consiguió.
Iván Vallejo al momento de coronar la última de las catorce montañas más altas del planeta. Fotograma de Al otro lado de la niebla. Cortesía de Sebastián Cordero.
Al otro lado de la niebla nos presenta un paralelismo en los logros de estos héroes nacionales. El documental también está atravesado por la mirada de su editor José Cardoso, sin él, probablemente no estuviera usted aquí leyendo este review. Además, el papel del espectador es crucial, porque descubre, en la proyección, al menos tres intenciones de historia: la de Sebastián, la de Iván y la de José con el público.
Sebastián, quien es el narrador, admite la duda que le causa ser el encargado de llevar a la gran pantalla la vida de Iván. Acepta la tarea, aunque esté perdido, no solo con respecto a lo que quiere hacer con esta película, además está conflictuado por su carrera cinematográfica. En el documental revela que no es el tipo de persona que consume autoayuda, todos lo escuchamos y nos saca sonrisas en el cine. Y es por esto que presenciamos un inevitable contraste de personalidades: la inseguridad de un Sebastián dubitativo, ante el ego bien puesto de Iván, quien aparece listo para expandir el número de sus logros. Originalmente, el montañista iba a subir una vez más el Everest, mientras el director seguía filmando el documental, plan que no se concretó por la pandemia.
Personas realizan un baño ritual en el río Ganges. Fotograma de Al otro lado de la niebla. Cortesía de Sebastián Cordero.
Sebastián busca exponer una carrera donde sus objetivos se cumplieron a pesar de cualquier limitación que se haya interpuesto, mientras Iván se muestra como un personaje atraído por la vida del montañista desde temprana edad —entusiasmado por el logro de los pioneros vencedores del Everest: Tenzing Norgay y Edmund Hillary, quienes se convirtieron en su propia leyenda—; aparece lleno de confianza, fe y con la clara intención de inspirarnos con sus logros y visión de la vida.
Esa lectura obvia del documental se acrecienta cuando el personaje de Sebastián se pierde en la narrativa y se transforma en una especie de sombra, en negativo, de Iván Vallejo. Entonces surgen las preguntas: ¿qué hubiera pasado sin la existencia de Hillary y Norgay?, ¿sin el trazo inicial de un camino, todo ese positivismo se hubiera eclipsado como el del narrador? Sebastián incluso se muestra desinteresado por las reflexiones del montañista o por las amistades legendarias con las que se encuentra en Nepal. La desconexión, fragilidad, miedo, ansiedad y duda del director terminan configurándolo como un Iván Vallejo que nunca fue. Jugando con el nombre de la película, Iván siempre estuvo al otro lado, mientras Sebastián, como personaje y alter ego, aparece aún perdido en la niebla.
Además, este documental se complementa con el aporte del espectador, a quien podría desagradarle completamente una lectura o, por el contrario, podría hilar fino y encontrar una historia con la que conecte a niveles individuales, a través de las experiencias en la montaña o en la vida.
Otro de los complementos más importantes de la película es la música creada por Santiago Landívar (Boris Vian), quien, en su propuesta embebida de sonidos evocadores y profundos de la zona nepalí, logra llevarnos de viaje, incluso de manera involuntaria, a los recónditos y ocultos espacios de nuestra mente, en donde habita nuestra luz, así como nuestra niebla.
«No filmas lo que tienes en la cabeza, sino lo que tienes al frente», es la revelación de Sebastián Cordero en un documental de noventa minutos que funciona en parte como metáfora, pero que lucha por encontrar una ventana de buen clima para su ascenso.
Darío Orellana Rodas. Es comunicador, publicista, locutor en el programa radial El Interruptor, de La Voz del Tomebamba 102.1 FM, y escritor del blog El Joven Darío.