Balada de un recluso imaginario
Por: Sebastián Ávila
Imágenes libres de derechos intervenidas por Juan Contreras.
Soy el único que ha visto
el embrión del apocalipsis
colgando de cabeza
sobre el Puente Roto
como un graffiti de Banksy
que representa
mis poemas pidiendo disculpas
por no querer seguir con la ruleta rusa
por el destino
por el nómada
por el tripulante de ruta.
Soy la paloma volando sin sentido
como un niño en un verso oscuro
colgado de una espina
de la corona de Cristo
pálido sin rostro
perdido en los ojos de Yambo
con los nudillos rotos de tocar puertas
en vertederos
en caminos
en mares
en cielos
en patios donde mi infancia marchitó.
Soy el que entre la arena
contempla a los perros de la calle
como manchas temblando bajo el cielo.
Soy el que empuja el dedo
hasta la llaga.
Soy la llaga abierta desde que
Pedro Restrepo tatuó su sombra
en la cara pálida de la
Carita de Dios.
Soy Pachacámac desde la montaña
solitario
acojo a los polluelos
de cóndor y cachorros de puma.
Soy el cuerpo encendido buscando la vela
el alcohólico acurrucándose en la calzada
un cuarto en penumbras
donde dos sombras pelean.
Soy una cosa muy mía
¿acaso nadie entiende la soledad?
¡Vengan!
entiérrenme completo en la carretera
donde mil hongos alucinógenos
cobijarán mis córneas
junto a mi antiguo nombre
al que anduvo conmigo
por el tiempo y las soledades
enraizado con la luna llena.
¡Vengan!
devoren mi cuerpo
antes de que pase el tiempo su gillette
mirándome con los ojitos desteñidos
y tarareando «Smile» de Nat King Cole.
¡Vengan!
traigan perfume
brebajes ancestrales
y cabezas de gallo
para bailar y terminar
empapándonos de sangre
rodando por la ciudad
por el destino inoperante
de mis sueños y esas ganas
de no despegar
de estar desnudo
persiguiendo los versos
como un loco delirando
después de un coctel de ayahuasca
brindado por un habitante ciego
de los montes de El Pangui.
Vengan, al final ya fui:
marioneta
fantoche
suicida
ausente
perdedor de concursos de poesía
número irracional
cero
la estrella de los gatos desvelados
el Padre Almeida merodeando
un desierto de gente muerta
y cocida por los gases de octubre.
El Suquito del Cenáculo
recorriendo en las esquinas
forradas de cruces
y de reproches pintados en las
paredes bautizadas por H.H. Montecinos
que dicen:
«Pervertir a la juventud
he allí
la misión de quien escribe».
¡Vengan por favor!
libérenme de este verso
que está encallado entre buitres
encubriéndome en la muerte
susurrando:
«Soy el camino que perdí».
Vuelvo a ser «yo» otra vez.
Caigo de cara sobre esta página
y el tiempo se derrama desde mi cráneo
despojándome de mi pasado.
Demonios de marfil
se arrodillan frente a mi camino
son calcomanías adheridas a la pared
viajan sobre el silencio
sobre los maullidos de los gatos en celo
sumergidos en el olor a sangre
que van dejando estas palabras.
Y vuelvo
a pensar en el abismo
no como fin
sino como hogar.
Afuera está mi corazón
goteando
partiendo la noche
en yoctos
y eones
solo para escuchar
que estoy junto a un tigre
que desgarra todo lo de adentro
cuando está solo demasiado tiempo.
Porque escribir
embrutece y sumerge
al hombre
al fondo de botellas
descompuestas por el tiempo.
Mientras el cielo
borra epopeyas
y observa con locura
embriagado
cómo un dios nunca adorado
se desvanece en el barro
empuñando en su mano
una flor que duerme temblando
después de haber sido
amputadas sus manitas
por robarse unos libros
y entender que la literatura
es un riesgo por el que vale la pena
caer morir.
Sebastián Ávila (Cuenca). Es licenciado en Literatura por la Universidad de Cuenca y máster en Estudios Avanzados en Literatura por la Universidad Internacional de La Rioja. Actualmente está finalizando la maestría en Pensamiento Sociocrítico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y es docente de Literatura en la Universidad Bolivariana del Ecuador. Sus textos se han publicado en revistas, como Matapalo, Salud a la Esponja y Oniría. Ha recibido el primer lugar en el premio de poesía del Encuentro de Literatura Nacional «Los jóvenes y el arte» (2023) y la primera mención del Concurso de Cuentos «La pluma que habla», organizado por la PUCE. Es fanático del box, amante del café y del Marlboro rojo.