Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 21

AGOSTO-SEPTIEMBRE 2024 | CUENCA, ECUADOR

Carta a Eliécer Cárdenas

Querido Eliécer:

Acabo de leer tu libro Historias de Papayal. Me gustó mucho.

Me encantan los cuentos sobre animales. Mi cuento favorito es «El cangrejo viajero», porque es curioso, aventurero y arriesgado.

Yo soy un poco como el cangrejito, me gusta conocer lugares nuevos y hacer amigos. ¡Y amo los riesgos!

Quisiera preguntarte en dónde queda el Papayal, ¿ese lugar existe o es producto de tu imaginación? Si existiera el Papayal, me gustaría ir allá.

También quiero saber si has escrito algún cuento sobre una de tus mascotas.

Con amor,

Octavia Zapatta

En la sección infantil de la Biblioteca Municipal Daniel Córdova Toral hay un mural, de Daniel Peña (El Lazlo), inspirado en «El cangrejo viajero», el cuento favorito de Octavia.

Querida Octavia,

Qué gusto haber recibido tu carta. Para mí, es una verdadera satisfacción saber que las niñas y niños como tú se identifican con los cuentos que escribió mi papá y con los personajes que habitan el Papayal, como el curioso cangrejito que quería viajar y ver el mundo. Octavia, justamente lo que quería papá era que los niños y niñas como tú reflexionaran sobre situaciones de la vida y sobre sí mismos. Tú lo has hecho maravillosamente, ¡me encantó que nos contaras que eres una niña que ama los riesgos!

En el mundo de hoy, es difícil conocer a niñas como tú, ya que, con el exceso de tecnología y comodidades, las personas se adentran cada vez menos en él. Hoy en día, la curiosidad disminuye precisamente, porque se cree que las imágenes e información que nos proveen las redes sociales, los juegos online y otras proezas de la modernidad —que son muchas y sobrepasan los hábitos y las destrezas de muchos de nosotros, los adultos— son más que suficientes para estar al corriente del mundo, informado y hasta educado. Pero esto no es del todo cierto, porque la verdadera y más antigua fuente de conocimientos es la naturaleza misma. Ella fue la gran maestra de la literatura de Eliécer, porque él era un niño muy curioso, como tú.

Tantas vacaciones en medio de los majestuosos paisajes de Chilchil o Papayal —que están en la provincia del Cañar, su tierra natal— y las atesoradas memorias junto a mi abuelo Arturo, gran fabulador y contador de historias, para quien las cosas y los animales que rodeaban al pequeño Eliécer estaban también dotados de alma y razón, como nosotros los humanos, se volvieron las palabras que se transformarían en las imágenes que llegaron a tu mente al leer estas historias. Aquella localidad brumosa de temperatura cálida, con incansable lluvia, bosques, ríos y arroyos que desembocan en el Pacífico o el Amazonas, en paisajes de transición entre la Costa y la Sierra, donde vivían parientes y amigos del abuelo, es el hogar del cangrejito viajero, de las culebras, hormigas, loritos y papagayos que animan el relato.

Estoy segura de que, al leer estos cuentos, los bosques, los colores de las plumas de los loritos, las frutas, los troncos de árboles, los peces y las caras de los animalitos que habrán brotado de tu tierna imaginación fueron tan nítidos que hasta habrás podido tocar las aguas cristalinas, oler las flores y sentir la temperatura del lugar. Espero que todos estos personajes te animen a viajar y, ojalá, algún día visitar el Papayal.

Nunca pierdas esa curiosidad por el mundo y por las cosas que contiene, porque es en la naturaleza, con la frescura del aire y la serenidad del entorno, donde tus ganas de tomar riesgos, junto con tus pensamientos creativos, fluirán libremente y harán de ti un ser humano grande, alguien que se expanda en lo que sienta y piense. Viajando y explorando serás feliz.

Como habrás podido ver, el Papayal ¡sí existe! Te invito, cuando seas un poquito más grande y cultives el gusto por la literatura, a leer otros cuentos de papá que están ambientados en aquellas localidades de transición entre la Sierra y la Costa, que están en el Cañar. Hay un cuento llamado «La comezón», está en el libro Siempre se mira al cielo y es un hermoso relato (un tanto triste para ser leído en tu dulce y feliz infancia), en el que el verdor de las montañas del Papayal es testigo de la desazón de una familia que, en medio de la pobreza, sigue coexistiendo y asombrándose de lo que nadie jamás nos podrá arrebatar: la naturaleza. 

Cuídate mucho, querida Octavia. Recuerda siempre amar la naturaleza, disfruta y observa atentamente todo lo que te rodea, siempre con los ojos bien abiertos, porque es obra de la sabiduría divina que contribuye a protegernos y sustentar no solo nuestra vida diaria, sino nuestro espíritu.

Con cariño,

Berenice Cárdenas

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