Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 21

AGOSTO-SEPTIEMBRE 2024 | CUENCA, ECUADOR

Llegamos, grafiteamos, vencimos

Por: Darío Orellana Rodas

En julio de este año, varios artistas cuencanos colaboraron para crear un mural, en el marco del proyecto de la Bienal de Cuenca, Transformar el espacio: Bienal en la esfera pública (izq.), esta obra se integró a los trabajos previamente plasmados (der.) en las paredes de la calle Cornelio Merchán. Fotografía de Rosalía Vázquez Moreno.

Antes de llamarlo grafiti, los humanos primitivos pasamos de manchar el interior de las cuevas, a «garabatear» las paredes de las construcciones arquitectónicas de las grandes civilizaciones e imperios del mundo antiguo. Estos grupos humanos rebeldes e inconformes, caracterizados por aborrecer las normas y reglas, encontraron una manera de expresión en el grafiti; el que, por definición, consiste en una firma, texto o composición pictórica, realizado generalmente sin autorización y en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente.

El conquistador español Hernán Cortés, en los años mil quinientos y pico, enfrentó, en las paredes de su casa, una lucha contra la inconformidad del pueblo. Cortés saqueó Mesoamérica, arrasó con todo lo que pudo, enfrentó acusaciones de exceso de autoridad, tomó más de lo que le correspondía en botines y utilizó una violencia y terror excesivos, para someter a los pueblos indígenas. Por ello, las inmaculadas paredes de su casa amanecían con frases de protesta que, en la mañana, Cortés ordenaba blanquear. Un buen día, enojado, decidió enfrentarse a las críticas que aparecían en su pared y la manchó él mismo con un contundente: «Pared blanca, papel de necios», lo que equivale a un rotundo y definitivo: «No pinte aquí».

El grafiti, a lo largo de la historia, ha sido una forma de expresión de los oprimidos. Lo usaron los esclavos en el Imperio romano, pero también, en tiempos modernos, en la Alemania de 1942, un grupo de estudiantes conocido como La Rosa Blanca, empleó el uso de panfletos y pintadas para denunciar los genocidios del régimen nazi. Todos quienes participaron de estas formas de manifestación fueron arrestados y ejecutados.

En Francia, en 1968, gracias al sentimiento antisistema, en las protestas de los movimientos estudiantiles que lucharon en contra de la segregación sexual, el sistema capitalista y la guerra en Vietnam, se crearon y grafitearon frases inmortales como: «La humanidad empezará a ser feliz el día en que el último burócrata haya sido colgado con las tripas del último capitalista», «Sea realista, pida lo imposible», «Prohibido prohibir» o «La imaginación al poder». No importa cuánto tiempo pase, el sentimiento de inconformidad con el sistema perdura.

En 2011, en Colombia, un policía asesinó al menor de edad Diego Felipe Becerra, mientras grafiteaba. Este evento, por supuesto, logró que existiera una fuerte respuesta de respaldo a Becerra, por parte de todos los grafiteros, quienes salieron a las calles a pintar aún más. Esa es la intención de las pintas, las consignas y los mensajes políticos: decir lo que no se dice en los medios y expresar la voz auténtica del pueblo, por eso se raya y vandaliza lo que representa el poder. Siempre han existido grupos de personas oprimidas que exigen justicia y no se van a callar; es a través del grafiti que han hecho visibles sus problemas, que los han comunicado a la sociedad y el mundo. Mientras no haya una situación más justa para todos, no se van a terminar ni las manifestaciones ni las pintas.

Entrevisté a la arquitecta y urbanista Gabriela Abril Reyes, quien nos brinda una mirada más profunda sobre cómo el grafiti configura el paisaje urbano de Cuenca. Para Gabriela, esta forma de expresión es parte de una ciudad habitada. El grafiti, los murales, las pegatinas, etc. le dan carácter a una ciudad, son parte de su historia y configuran el paisaje de una urbe vivida. Gabriela explica que:

Cuando el grafiti se hace presente en lugares patrimoniales, que es donde más aparecen los cuestionamientos y las quejas, estas manifestaciones o nuevas capas de expresión representan y también construyen una nueva manera de hacer memoria y patrimonio. En el puente Vivas Nos Queremos, por ejemplo, escribir los nombres de las víctimas o hacer mensajes con esténcil sirve para representar una parte importante de la memoria colectiva de la ciudad, una parte que constantemente ha sido borrada. La gente que vive usa estos recursos para mostrarle a todo el mundo, desde una voz «no autorizada», que esto pasa en Cuenca.

Por su parte, la urbanista Jane Jacobs dice que la ciudad y sus problemas no son predecibles, ordenados o lineales. Nunca estará todo completamente regulado, desde el punto de vista de las personas, lo que hacen y cómo viven. Por ejemplo, los fenómenos migratorios que propician a que se habite en lugares como las favelas, siempre generan desorden, a pesar de que haya leyes o reglas. Una ciudad nunca es predecible ni responde a esa idea modernista que relaciona su funcionamiento con la efectividad de una máquina, por el contrario, las urbes son un conjunto de emociones, de impulsividades.

Pensemos, por nombrar algo, en el sueño americano. En teoría, la vida en los suburbios del norte del continente es ordenada, pacífica, limpia, segura y bella. Sin embargo, la realidad contrasta con este ideal. En su álbum The Suburbs, la banda canadiense Arcade Fire, describe negativamente la experiencia de habitar en los suburbios y explica que ahí se crece deprimido y aislado por hileras de casas, rodeadas por infinitas montañas.

Existe un concepto genérico de ciudad que solo considera el modelo de urbe occidental o eurocéntrico, este ignora por completo que, en los contextos del sur global, la vida y las ciudades funcionan de manera completamente diferente. Pensemos en la agrupación Keep Cuenca Beautiful (KCB), la que, en su mayoría, está integrada por expats que pintan encima de los grafitis que encuentran en los barrios gentrificados del centro histórico y el barranco. Estas acciones están alineadas a un pensamiento colonialista que supone que mientras más europea y occidental sea la configuración de un espacio, entonces será más hermoso y más legítimo. Acciones como las de este colectivo perpetúan esa idea de que una ciudad puede ser «hermosa» solo según lo que se considera «beautiful» desde su narrativa. Así, los miembros de la agrupación quitan todo lo que no les parece «bello», a pesar de que sea un eco de lo que pasa en la sociedad. Sí, Cuenca es una ciudad muy elitista, por ello, mientras más europeo y blanco seas, serás más bello. Y pasa lo mismo con el espacio público.

Y hablando del tema de la gentrificación en Cuenca, las revitalizaciones del centro histórico sirven para construir una urbe «atractiva» para la gente que viene del extranjero, usualmente desde Europa o Estados Unidos. Existe esta mercantilización de la cultura que selecciona lo que es «bello» según un parámetro colonial.

La necesidad de descubrir

El grafiti es un lenguaje hermético, para entenderlo necesitamos descubrirlo. A continuación, este texto servirá como un intento de Piedra de Rosetta que ayudará a apreciar de mejor manera los grafitis que vemos en las paredes de Cuenca. Lo primero que debemos hacer es educar la mirada. ¿Qué es lo que estamos viendo? Para responder, recurro a la tesis de Christian Santiago Lucero, titulada  Diseño editorial sobre graffiti y el street art en la ciudad de Cuenca desde el año 2015-2016 (2023). En ella, Lucero explica de manera detallada los elementos del grafiti, yo los describo aquí a grosso modo:

El tag (firma) va más allá de una simple rúbrica hecha en escasos segundos, en realidad, se trata de una forma de expresar un sentimiento de rebeldía contra la sociedad, mediante un apodo. Los grafiteros formaron bandas a las que se denominan crews y llevan un nombre que las identifica. Son estas agrupaciones las que reproducen sus tags en grandes dimensiones y número de réplicas. Mientras más firmas hagan en la ciudad, más respeto ganan como artistas.

TRK, del crew La Santa Pinta, me contó que, en el lenguaje del grafiti, un tag puede incluir más información que la de una firma convencional. Un grafitero puede descifrar en una línea de aerosol, de un color específico, la identidad de un artista determinado. También, un tag es una manera de comunicar que un grafitero estuvo en un lugar, pero no solo eso, además, se pueden incluir pistas de con quién estuvo, la fecha en la que se hizo la firma o incluso información de si se estaba sobrio o ebrio. Cuando, por ejemplo, se camina por la Juan Jaramillo, entre Luis Cordero y Hermano Miguel, se puede identificar crews, la frecuencia con la que recorren el sitio o los estilos con los que firman, como wild o bomba —el segundo se asemeja a un globo hinchado con aire y se modela generalmente con aerosol—. La avenida Solano contiene varios ejemplos de estos estilos. Asimismo, en espacios como puentes o en las paredes de las orillas de los ríos, se encuentra el trabajo de Weird, La Nada, etc.

En la avenida Solano se puede ver el trabajo de varios artistas urbanos. Fotografía de Rosalía Vázquez Moreno.

¿Te has preguntado por qué es difícil encontrar murales en el centro histórico de Cuenca? TRK me dice que es porque, en el centro, hay cámaras de vigilancia y seguridad. Debido a que las casas son patrimoniales, hay un sector de la población que las cuida, entonces es muy difícil hacer murales sin el permiso de los dueños de los inmuebles. Por tal motivo, el tag es perfecto para el centro histórico, porque es rápido y fácil de hacer.

Ahora hablemos del paste up, TRK comenta que esta modalidad está ampliamente desarrollada en Cuenca y se usa para mostrar algún dibujo, frase o diseño, que puede estar impreso o pintado en papel, ser de formato grande o pequeño y que se pega en las paredes, como, por ejemplo, los que se ven en la escalinata Juana de Oro. En el paste up se puede ser muy detallista durante la creación, porque se realiza previamente. Por eso, las piezas son muy elaboradas, además, ya que el proceso de pegado es rápido, se encuentran en lugares vigilados, como el centro histórico. Otro lugar donde se ven muchos paste up es en las paredes de la calle Benigno Malo, donde hay piezas de Antonio Jaramillo, Serck, Einer, Mort, etc.

En la pared de una de las casas de la calle Juan Jaramillo (8-64), se puede apreciar una de las obras del artista Antonio Jaramillo. Fotografía de Rosalía Vázquez Moreno.

En el caso del esténcil (plantilla), se requiere un material rígido y plano —como láminas de plástico, cartón o acetato—, donde se procede a crear un motivo en la superficie y a cortar las partes que van a ser pintadas con aerosol, —si es el caso— en la calle. Los esténciles combinan textos, logos y personajes, además, siguen la misma lógica de los tags: a más cantidad, más prestigio entre los artistas. Recuerdo que hace años se podía leer un esténcil que decía «Linda, libre y loca». En Cuenca no prolifera mucho este estilo, aunque se han replicado obras de otros artistas, como las de OBEY o Banksy. 

Por su parte, los stickers son una técnica muy práctica y rápida para intervenir el espacio público. Se puede crear una imagen en formato digital y se usan varios tipos de papel para imprimirlos y bombardear cualquier espacio urbano. Uno de los lugares más populares para pegarlos es la parte trasera de las señales de tránsito.

Por otro lado, las pegatinas requieren un proceso muy parecido al de los stickers, pero usan grandes dimensiones y, para adherirse, requieren un pegamento transparente en toda la obra, lo que le permite que sea más resistente al clima y al paso del tiempo. En este estilo, en Cuenca, podemos encontrar obras de Cami o Heidi.

Los artistas no están obligados a cumplir estrictamente las características expuestas, muchos han innovado su aplicación, incluso no se limitan al uso de una sola técnica, lo que puede ser criticado por los pioneros de la vieja escuela. TRK me dice que algunos artistas de la vieja guardia no reconocen el trabajo de otros, si no se enfocan en una sola técnica. Asimismo, recibir un pago por un trabajo de grafiti, desde una perspectiva ortodoxa, le quita esa categoría a la obra.

Como característica principal, el trabajo mural necesita mucho tiempo. Hay obras muy interesantes en varios espacios de la ciudad, como es el caso de Rayz. Los tres elefantes blancos que se pueden ver en la Gran Colombia, en el barrio Convención del 45, representan el desprecio, la indiferencia y la arrogancia latinoamericana. Recordemos, además, el homenaje que realizó junto al artista Faidog, para un exfutbolista profesional que hoy hace cabecitas en los semáforos. Rayz está presente en la calle, pero también en los museos. Su obra ha sido parte de la Bienal de Cuenca y se ha podido ver en distintas galerías.

Otra de las colaboraciones entre los artistas Rayz y Faidog se encuentra en la calle Florencia Astudillo. Fotografía de Rosalía Vázquez Moreno.

Este es uno de varios casos de artistas que forman parte de una red que expone en museos. Sacar su trabajo a las calles demuestra su interés por compartir su arte con todos. Así se desvisten de formalidades y convencionalismos, algunos incluso intervienen espacios que podrían considerarse «peligrosos». Ver obras en el espacio público motiva a convivir en sociedad y promueve un encuentro casual que derrumba las conexiones artificiales que genera el consumo que, cada vez más, ocurre en solitario (este es mi intento de referenciar a Lefebvre).

Existe un amplio debate sobre el arte callejero y el apoyo al mismo por parte de las instituciones públicas. El 6 de julio de 2012, la alcaldía de Cuenca aprobó la Ordenanza municipal reguladora del uso del espacio público para arte grafiti y mural, así como para difusión de información. Así, el gobierno local reconoció que está obligado a respetar la existencia y la creación de espacios públicos de acceso libre, como a fomentar los intercambios culturales y la difusión del arte en sus múltiples formas.

Si bien, esta es una iniciativa que, en parte, pretende promover el arte callejero, también evidencia la intención de alejar a los artistas del sector patrimonial de Cuenca. Por un lado, se apoya a que existan espacios de visibilidad que promuevan el arte callejero, aunque esto ocurra en sitios controlados. Pero, por otro lado, estas iniciativas podrían interferir con el desarrollo de las expresiones que definen al grafiti, ya que este busca cumplir ciertos parámetros —me explica TRK—. Si se parte del hecho de que esta es una expresión libre que requiere amplia visibilidad, se verá que, para plasmarse, busca como soporte objetivos llamativos, como monumentos, paredes de casas patrimoniales, construcciones arquitectónicas emblemáticas, iglesias, etc. El cielo es el límite cuando se trata de cruzar barreras de lo legal con el grafiti.

Mientras conversaba con el diseñador Santiago Calle, él reflexionó sobre la actitud que varias personas tienen con respecto a la presencia de grafitis en ciudades en las que no habitan. Por ejemplo, en Berlín, muchas personas no tienen reparo para fotografiarse con una pared repleta de grafitis. Sin embargo, de vuelta a su ciudad, ven mal el desarrollo de esta expresión artística. Algo que también critica TRK, sobre este tema, es el rechazo público al grafiti, el que se manifiesta en redes sociales u otros medios, donde, irónicamente, también suelen mostrar la adquisición de obras de artistas callejeros.

Algo que nos cuesta entender sobre el arte callejero, como decía Gabriela Abril Reyes, es que sucede en una ciudad habitada: por ello, es parte de la memoria histórica y del caos inevitable de una urbe; por ello, refleja la sociedad que la puebla; por ello, suele denunciar, con o sin consignas, la desigualdad, injusticia, exclusión, racismo, etc.

La arqueología del arte callejero también nos muestra que hay una necesidad de decir que aquí hay alguien que quiere ser visto, escuchado; alguien que tiene nombres y quiere ser incluido en el protagonismo de una ciudad. Clément se refiere a los espacios abandonados y marginados como el tercer paisaje. Ahí la protesta ciudadana y la policía de lo correcto intervienen poco o nada para evitar el grafiti. Cuenca posee espacios de ese tipo, donde se manifiestan las expresiones más diversas del arte callejero. No quiero nombrar estos sitios que hace poco me fueron revelados generosamente, pero sí quiero recordar que el espacio del antiguo Hospital del IESS —en la Huayna Cápac—, en una época de abandono, albergó una vasta obra que fue expuesta a la par de la Bienal de Cuenca. Artistas reconocidos de la ciudad compartieron un espacio, codo a codo, con artistas del arte callejero. La condena o aceptación de estas expresiones coexisten en todas las ciudades.

Quiero terminar este artículo recordando la anécdota de Hernán Cortés. Después de que intentó contestar las denuncias con la frase: «Pared blanca, papel de necios», los habitantes le respondieron, a la mañana siguiente, con otro grafiti que rezaba: «y de sabios y verdades».

Darío Orellana Rodas. Es comunicador, publicista, locutor en el programa radial El Interruptor, de La Voz del Tomebamba 102.1 FM, y escritor del blog El Joven Darío.

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