Monda & Lironda

REVISTA AZUAYA ESPECIALIZADA EN CRÍTICA CULTURAL Y ESCRITURA CREATIVA

NÚMERO 23

noviembre-diciembre 2024 | CUENCA, ECUADOR

Charly García: con las pinzas al sur y el aguijón al norte

Por: Erika Torres

 

Imágenes libres de derechos intervenidas por Juan Contreras.

Como buen artrópodo, el escorpión ha resistido a diferentes etapas, incluso proliferó su existencia antes de los humanos y las plantas, en un periodo sofocante y desértico, porque, bueno, pocas formas de vida podían resistir a tales condiciones. Aunque es ciego, su instinto le empuja a moverse en zonas oscuras, acompañado de la luz de los astros: la natural, la que jamás podrá ser intervenida ni sustraída. El escorpión se aferra a lo que atrapa, a veces lo atesora y otras lo aniquila, y para esto usa sus pinzas y su aguijón. Con los primeros miembros protege toda forma de amor, sus ideales y la memoria colectiva, con su miembro más extendido se defiende y destruye a los pobres y torpes seres que no pueden amar.

Entonces, lógico es que, luego de siete años, Charly García, el Escorpión, en el mismo estudio, Say No More, y con el mismo sello, Sony Music, resurgiera como el ave fénix que siempre ha sido, con su álbum número catorce: La lógica del escorpión, para darnos en donde más nos duele, en donde solo el tiempo se permite acobijar:

Nuestra América. Miércoles 11 de septiembre. Al norte se despojaban de sus mantas para conmemorar un año más la memoria de las víctimas colaterales del 9/11 y, algunos claro, para recordar que su Pentágono fue atacado un día similar al del comienzo de su esclavista construcción, como una especie de Uróboros que perpetúan la desgracia y la miseria. Mientras tanto, muy al sur, el dolor se hacía presente un año más al recordar el derrocamiento de la Unidad Popular a manos de un régimen militar que se prolongó por casi 17 años. Subiendo un poco más, casi cerca de la línea ecuatorial, abandonaba la trinchera, por él creada, el alma de Fujimori, el gran dictador de los Andes. Los Dinosaurios de nuestra América ya nada pueden hacer, ya ni los podemos imaginar en la cama, ¿o alguien tiene la perversión de imaginarse a los Socialcristianos haciendo el amor?

Sin embargo, no cabe duda de que las gallinas, los descendientes más cercanos de aquellos colosos terrestres, aún viven entre nosotros. Tan indefensas y pequeñas, con la memoria ligera, se pasean por nuestro vasto territorio, siendo asechadas por los depredadores de otras lenguas. Algunas llegan al poder, cacareando y, con su propio excremento entre las patas, quieren repetir la historia sin fin de la América devastada, una historia siempre triste. Por ejemplo, en estos días, Ecuador tiene que sobrevivir en intensos apagones por estiaje, vendidos como únicas soluciones a un problema que no se ha considerado a tiempo. Sí, el país con la tasa más alta de inseguridad de toda la región en lo que va del año, saqueado hasta el tope por la corrupción, con una inflación que es más estable que la salud mental de su comunidad, con padres desempleados y niños sin escuela, con madres buscando locamente a sus muertos, tendrá que hacer milagros para, a tientas, no dejarse morir, deberá obstinarse con sus pinzas para no comprimirse entre los pocos kilómetros que lo limitan.

Quizá afuera alguien pueda sentir el karma de vivir al sur y sin luz. Quizá afuera alguien también tenga miedo de América, tenga miedo de entrar sin salir, como los turistas que ya no desean visitar esta tierra exótica, aunque lo que les muestren no sea la verdad. Pero, los que habitamos este espacio del globo terráqueo, a diario subexistimos con algo que nadie nos puede arrebatar:

Nuestra identidad, ella es la única que nos hace felices, cuando nadie nos dice la verdad. Posiblemente estas y más razones haya tenido Charly para gestar La lógica del escorpión, un álbum que nos permite transitar varias de sus etapas como artista —y muchas de nuestro continente—. Este se abre con «Rompela», canción que nos sitúa a finales de los ochenta, la década de sonido brusco y letras que fusionaban el español y el germánico —como «Fanky», su hit de la temporada—. Entonces, un García desaforado se apropiaba de los estudios de grabación y desataba el caos en los escenarios, como en uno de los conciertos de Human Rights Now! en el estadio de River Plate, donde, desafiando a la censura del régimen de Pinochet, cautivó a todos, especialmente cuando cantó «Get up, stand up» junto a Youssou N’Dour, Sting, Tracy Chapman y otros. Luego, Cómo conseguir chicas (1989) y Filosofía barata y zapatos de goma (1990) dieron la bienvenida a los noventa, la década que, curiosamente, trajo de regreso la democracia, pero resultó ser la más decadente de Latinoamérica de los últimos tiempos, una época en la que se extrajo, no solo el crudo del tercer mundo, sino que se le dio el valor más alto a la moneda de Washington. Hoy, el Escorpión no olvida y nos invita a romper las creencias y las tendencias, pues se ve que el capitalismo y los regímenes conservadores no han arreglado más que las grietas en los nichos de sus dinastías.

A pesar de esto, los pocos y pobres herederos nunca entrarán al Club de los 27. En este álbum Charly viene de la mano de sus grandes amigos. Así, por ejemplo, David Lebón le acompaña con su guitarra en «El club de los 27», un rocanrol clásico muy al estilo de Kill Gil (2010) y en «La medicina N° 9» aparecen toques de guitarra aguda, similares a Random (2017). Fito Páez también está presente con su sintetizador en «Rock and Roll Star», recordando la buena época de «José Mercado» en Peperina (1981). Sin embargo, también escuchamos a un García aferrado a la memoria de los buenos amigos que ya no están, pues resurge a Spinetta con «La Pelícana y el Androide» y brinda un genuino homenaje póstumo a Lennon con «Watching the Wheels». Así, podemos sentir el amor y la gratitud que tiene por sus maestros y compañeros, algo que muy pocos artistas y cualquier civil conocen. La lealtad con uno y con el otro es ayudar a que todos sientan que la canción, el amor y la ilusión no están muertos.

Por otro lado, «Te recuerdo invierno» y la reversión de «Juan Represión» nos trasladan de regreso a bandas legendarias, como Casandra Lange y Sui Generis, ambas propias de una etapa latinoamericana muy crítica y contestataria. «Estrellas al caer» nos lleva a álbumes canónicos de la carrera de Charly, como La hija de la lágrima (1994), reconocido mundialmente por «Chipi, Chipi» —una de las cien mejores canciones de rock de Argentina—, y Say No More (1996). Aquí vemos que Charly es leal con su trabajo y con el de las bandas que formó, que su ingenio es atemporal y que puede mantener el mismo sentido, en cualquier componente de la línea del tiempo.

«Si yo te pico, tú mueres y yo me ahogaré». El álbum concluye con la canción que le da su nombre y que se propone desde el radioteatro, un oficio clásico en la música que suena hermoso en la voz del artista de setenta y dos años, y que recoge una historia de tradición oral que nos presenta el fatal destino de los que se arriesgan a morir junto a sus verdugos. Con este álbum, notamos que Charly aún tiene agresividad en su voz, sus letras siguen siendo incómodas, sus tempos y solos todavía emocionan y sacan lágrimas. Podemos creer que su música es una de las pocas cosas que merecen ser eternizadas en la memoria colectiva del sur —entiéndase como sur todo lo que está abajo de los EE. UU.—, porque recrea pasajes de nuestra identidad latinoamericana con auge y melancolía, presenta una identidad con carácter, una que se mueve entre la luz y la oscuridad. Latinoamérica, con su materia prima nutre y desnutre, con sus dialectos mantiene el esplendor de la industria del doblaje, con sus monedas devaluadas sostiene la economía del primer mundo y con sus migrantes alimenta varias culturas.

En otras palabras, Latinoamérica es el escorpión del mundo, el que sabe que su sola existencia es el inicio y el fin, el que se aferra con sus pinzas al amor que escapa desde el sur y con su aguijón puede destruir a sus depredadores que, muchas veces, lo contemplan desde el norte. Es así que, a pesar de todo, no puede existir mejor momento para haber (sobre)vivido a la presentación de un Charly con vida. No cabe duda que, el pasado once de septiembre, América Latina pudo celebrar que algo sí merece durar por siempre, algo sin amor, sin dolor, algo sin fin.

Erika Torres. Nómada de los Andes que hace poco terminó el «año maldito» por el que todas las rockstars pasan. Licenciada en Ciencias de la Educación, con mención en Lengua, Literatura y Lenguajes Audiovisuales. En sus tiempos libres se dedica a armar sendos monólogos sobre la existencia que quedan solo para ella, porque, como buena juliana, es algo reservada. Le gusta escuchar porque así aprende más que cuando habla. Es más lectora que escritora y también viceversa.

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