El remake que nunca vivimos
Por: Sara Montaño Escobar
Imágenes libres de derechos intervenidas por Juan Contreras.
Miro Friends,
no ambiciono ser Rachel,
la rubia que hace
que miles de mujeres
deseen su peinado
o que un hombre
a punto de casarse
se equivoque
y diga su nombre.
Siempre quise ser Mónica,
la versión gorda y locochona,
y que eso
no me causara problemas emocionales.
Supongo que muchas cosas no han cambiado.
Aun así, escucho el «I´ll be there for you»,
me hago bolita en la cama
y río con las anécdotas yanquis
que nunca viví como mujer latinoamericana,
solitaria
y de clase trabajadora,
que sabe de los zumbiditos de Messenger
por los memes que suben sus contactos milenial.
Sí viví
la experiencia de los bolitos de yogur,
el amor con hambre
(tantas predicciones en una galleta),
las yoguetas,
el helado Pata Pata
(¿cuántos Dan Schneider
hubo en la época de los noventa?).
Supongo que no extraño los objetos,
sino sentirme protegida
por esos personajes
que hacían que los problemas reales
no fueran tan graves,
como perder la empresa
en las manos de una mujer hípster,
que regresó con lentes
de coraza transparente
y con ropa más ajustada,
y que después de todo lo que sufrió
escogió ser amada.
Quedaba tiempo para aprender
que el juego de las escondidas en la adultez
consiste en contar 1, 2, 3,
mientras llegan las cuentas impagables,
los exámenes médicos,
los impuestos al silencio
que no pueden ser subvencionados
por la fábrica ACME.
Ahora vemos el mundo arder,
arder de ignorancia,
arder de odio,
arder como vorágine,
y no hay ningún dinosaurio morado
diciéndonos
que nos quiere.
En la pantalla titila el mensaje que no recibió respuesta,
tras de una noche de amor en la que pensamos
que después de decir
«Te quiero yo»,
nos dirían de forma empalagosa
«Y tú a mí».
Supongo que todas las cosas son más insoportables
ahora que nos acercamos a las ventanas digitales
de alguien que, como nosotros,
mira a Bugs Bunny
y desea ser el niño que pensaba
que en el futuro
todo sería alcanzable.
Pero, aquí estamos
tratando de que nos entiendan
a través de memes tristes,
deseando escuchar un programa de radio
y que nos envíen un saludo,
que al final del día,
la voz de Mickey Mouse
nos haga creer que cualquier sueño,
puede convertirse en realidad.
Miro en Netflix, Aquellos maravillosos días,
y sueño con otra vida,
en donde, al final de los créditos,
yo sea la protagonista de esta extraña comedia,
que en lo único que se parece
a las series que veía
es que el dueño de casa
me dice que he acumulado varios meses de renta.
Por eso,
espero con urgencia
el remake de Ranma,
mientras finjo que era feliz y no lo sabía.
Fingir es el legado más hermoso
que nos deja la infancia.
Sara Montaño Escobar (Loja, Ecuador, 1989). Es licenciada en Psicología General y magíster en Literatura con mención en Escritura Creativa. Ha publicado varios poemarios y forma parte de varias antologías nacionales e internacionales. También, ha ganado el Premio de Poesía «Hellín dos patrimonios o más» (España, 2022) y la Convocatoria Editorial de la Dirección Municipal de Cultura de Cuenca, en la categoría Poesía (2022). Ha sido invitada a las ferias del libro de Guayaquil, Quito y más.