La felicidad como mecanismo de control
Por: Jessica Ochoa Sánchez
…el dolor por el dolor ajeno
es una constancia de estar vivo
después de todo / pese a todo
hay una alegría extraña / desbloqueada
en saber que aún podemos estar tristes.
Mario Benedetti
Imágenes libres de derechos intervenidas por Juan Contreras.
¿Cómo sería vivir en un estado de dicha eterna? ¿Y si el «felices para siempre» fuera una realidad? Al parecer las premoniciones distópicas de Huxley en Un mundo feliz (1932) se han concretado, por obra y gracia del Estado mundial capitalista, y ahora «uno puede tomarse unas vacaciones de la realidad siempre que se le antoje, y volver […] sin siquiera un dolor de cabeza» (p. 42).
La búsqueda de la alegría se ha convertido en una constante para todas y todos los que queremos una vida en armonía. Antes o después de ir al trabajo, hay que ir al gimnasio o hacer actividad física. Esto nos permitirá soportar el día a día —una y otra vez— y seguir rindiendo y engrasando la máquina, para que no chirree. También se vale el yoga, pilates, CrossFit, autoayuda o mindfulness, porque ¡mientras más felices más productivos! Claro, todas estas opciones se restringen a una parte privilegiada de la población.
El problema no radica en que nos interesemos más por nuestra salud o espiritualidad, sino que en ese menester olvidemos de preocuparnos por lo otro, los otros, el todo. La apología de la dicha, como la forma de expresión máxima del ser humano, para el neoliberalismo se ha convertido en la separación entre la persona y el medio social que genera infelicidad, para que acepte su servidumbre sin siquiera cuestionarla. Nos han sumido en la rutina de buscar el bienestar individual, justamente, para evitar el agobio de la explotación cotidiana.
La psicología positiva y el discurso neoliberal
A finales de los años 90 y comienzos de los 2000, emergió la corriente de la psicología positiva, de la mano de Martin Seligman y otros psicólogos. Esta, en contraste con la tradicional —que patologizaba la salud mental—, plantea como innovación la búsqueda del bienestar propio, a partir del reconocimiento de las experiencias positivas y sus cualidades. Todo está en uno mismo, solo hacen falta las herramientas para conseguirlo.
¿Por qué ha sido tan exitosa y por qué genera, hoy en día, tanto interés esta corriente? Como señalan Cabanas e Illouz (2019), «en la psicología debían cambiar algunas cosas para que todo siguiera exactamente igual» (p. 39). Desde un inicio, la psicología positiva contó con ingentes recursos económicos, e incluso políticos, para promover la investigación y facilitar estudios científicos. Fundaciones como la John Templeton (organización religiosa conservadora) y compañías como Coca-Cola la financiaron con varios millones, para que desarrollara estudios que hablaran de las emociones positivas y el aumento de la productividad.
Lo cierto es que esta corriente pretende que la gestión del bienestar se aborde desde una perspectiva individual y privatizadora, concebida en pos de la destrucción del concepto de lo público (Fisher, p. 108) y lo colectivo. Es así como intentan sumirnos en la introspección y hacernos creer que se puede ser feliz y llegar a una vida de éxito a través del «bienestar subjetivo». Este hecho desconoce las condiciones económicas y sociopolíticas que tenemos alrededor y que causan la explotación y pobreza.
Al abstraernos y sumirnos en la búsqueda individual de la alegría, se desconoce que es el sistema capitalista el que ocasiona las condiciones de estrés, depresión y ansiedad en las que se fundamenta la sociedad actual. Esto exime de culpa a las corporaciones que, a través de la explotación y el despojo de recursos y tiempo, perpetúan esta circunstancia. Además, despoja de responsabilidad al Estado en temas como la salud mental.
La automotivación y la auto-optimización hacen que el dispositivo neoliberal de felicidad sea muy eficaz, pues el poder se las arregla entonces muy bien sin necesidad de hacer demasiado. El sometido ni siquiera es consciente de su sometimiento. Se figura que es muy libre. Sin necesidad de que lo obliguen, desde afuera, se explota voluntariamente a sí mismo, creyendo que se está realizando. La libertad no se reprime, sino que se explota. (Han, 2020, p. 24-25)
El mindfulness o la «nueva espiritualidad capitalista», como la categoriza Ronald Purser, surge como respuesta al estrés y busca enmarcar nuestra atención en el aquí y ahora, «nuestros dos metros cuadrados», con la intención de impedir que nos afecten los problemas de los demás o los del mundo. Esto no permite que comprendamos las verdaderas causas que llevan al cansancio y la somnolencia, porque fomenta una miopía que reniega lo colectivo y desconoce la memoria histórica o los proyectos futuros. Al privatizar e individualizar la gestión de la salud mental, se arrebata al ser humano de su capacidad de catarsis colectiva, cuestionadora y revolucionaria. Todo esto mientras se siguen haciendo fortunas a costa de la destrucción, tal como se hace con el negocio de la guerra. El mindfulness, como las pastillitas de soma de Huxley, promueve la ansiedad por hallar el bienestar y combatir la algofobia (miedo al dolor).
Otro mundo es posible
Con esta crítica, no pretendo desconocer la necesidad de la gestión de la salud mental ni cuestionar la espiritualidad, mucho menos la búsqueda de la felicidad que nos convoca a todas y todos —más aún porque la alegría debe ser trinchera—. La cuestión no es que queramos ser felices, sino que personalicemos esa búsqueda y coloquemos la responsabilidad de los problemas sociales en «individuos inconscientes (mindless) y maladaptados, y no en los marcos políticos y económicos» (Purser, 2019, párr. 5).
La invitación es a salir de la Matrix y apostarle a la posibilidad de recuperar la alegría como un bien social presente en una búsqueda constante, no solo del aquí y ahora, sino de un futuro mejor; a actuar desde el presente y ser totalmente conscientes del pasado, como un mecanismo de rescate de la memoria, en tanto esta nos permite transformar en colectivo.
La existencia y profundización del estrés, depresión y ansiedad, como problemáticas sociales, es innegable. Sin embargo, en lugar de preguntarnos cómo gestionarlos y tratarlos en solitario, es necesario cuestionar por qué estos síndromes han proliferado y cómo este modelo de producción y existencia se beneficia al hacernos «felices» e inconscientes. Solo en la medida en que respondamos estas interrogantes, sabremos que el enemigo común es sistémico y que la responsabilidad de dudar y organizarnos, para transformar las condiciones de sobreexplotación y a las grandes empresas que se benefician al mantenernos dopaminados y con ansiedad, es nuestra y es para ahora.
El dolor es parte dialéctica de la vida y la lucha por la felicidad necesita no solo mirar hacia el ahora, sino que exige cuidado colectivo y mutuo. La recuperación de la solidaridad como bien común ¡es revolucionario! Que el dolor y sufrimiento que el capitalismo infringe no nos sean indiferentes y que nos convoquen a la redención de la humanidad frente a la barbarie.
Referencias bibliográficas
Cabanas, E. e Illouz, E. (2019). Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas. Editorial Planeta, S. A.
Fisher, M. (2009). Realismo Capitalista: ¿No hay alternativa? (C. Iglesias, trad.). Titivillus.
Han, B. (2020). La sociedad paliativa [PDF]. (A. Ciria Herder, trad.).
Huxley, A. (1932). Un mundo feliz [PDF]. Le libros.
Purser, R. (2019). The faux revolution of mindfulness: McMindfulness is the new capitalist spirituality. Open Democracy, https://www.opendemocracy.net/en/transformation/faux-revolution-mindfulness/?fbclid=IwAR1hxMY8BTKJYyJy9ZC4ROAKQVeigSFOQQCkAxrAF6ijxmQ9L-fIw8p3YV0
Jessica Ochoa Sánchez (Cuenca, Ecuador, 1983). Es militante comunista, licenciada en Estudios Internacionales y maestra de Políticas Públicas, por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Ha escrito varios artículos para periódicos militantes en temas como género, análisis político y movimientos sociales. Colabora como columnista en la Revista de Filosofía Mundana. Entre sus últimos artículos se encuentra «Del amor en tiempos de consumismo».